'Crónicas perplejas': “Pertenecí a un mundo que ya no existe”

Habla Antonio Agredano de la irrupción de Internet en nuestras vidas

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Antonio Agredano y la irrupción de Internet en nuestras vidas en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Los cibercafés. Qué antigua suena esa palabra ahora. Tan antigua como chemilacó, pipermint, taquillón o bodeguilla. El tiempo pasa para todo.

Sería, no sé, 1996. Quedaba con mis amigos en El Navegante. Pedíamos una cocacola, un ordenador y nos poníamos a buscar cosas en Internet. Acordes de canciones, fotos de famosas, juegos. Y cuando nos aburríamos, abríamos algún chat de Terra, nos poníamos un nombre de mujer, y empezábamos a reírnos de otros tipos. De otros tipos como nosotros.

Como pronto todos tuvimos Internet en casa, aquel sitio cerró. Al poco, derribaron el edificio. Cuando empezamos la facultad, la pandilla se dispersó. La amistad se deshizo. Ni la arquitectura ni los afectos son inmunes al devenir de los años.

La vida tiene un ritmo disparatado. Si cierro los ojos puedo verme allí, con ellos, con dieciséis años. Con esa risa constante, absurda y escandalosa que tienen los adolescentes cuando van en grupo.

Pertenecí a un mundo que ya no existe. Me intento adaptar a estos nuevos tiempos, pero algún día me cansaré, y me refugiaré en casa, entre libros y viejas películas. La nostalgia es un refugio engañoso. Nos da seguridad, pero a poco que dudemos, se nos viene el techo encima.

A veces busco a mis viejos amigos en Facebook o Instagram. Doy con algunos. Me cuesta reconocerlos. Algunos están más gordos, otros están calvos, hay quien se conserva bastante bien… suben fotos con sus hijos, con sus esposas, tienen recuerdos a sus padres si se les fueron.

Intuyo a quien votan, veo lo qué les entretiene, donde pasan los domingos, el vino que disfrutan, sus nuevas pandillas… y esto es la vida, supongo. Ganar algo, perder algo. Elegir un camino. Mirar a veces hacia atrás. Y sentir el vértigo del tiempo y las cenizas de lo que un día nos hizo felices.

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