‘Crónicas perplejas’: "Sin mentiras el mundo moriría de aburrimiento"

Y subraya que "autoengañarse es una forma de supervivencia", pero "para mentir hay que tener muy buena memoria"

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‘Crónicas perplejas’: "Sin mentiras el mundo moriría de aburrimiento"

Antonio Agredano

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¿Eres de los que dices mentiras aunque esté mal o aunque sea por piedad? ¿Te han pillado en alguna? Todos hemos dicho en alguna ocasión alguna mentirijilla como admite en su columna de este jueves en "Herrera en COPE", Antonio Agredano, que culpa a sus hijos de que el vaso de la "nocilla" esté vacío.

Esta es su columna sobre la mentira:

«La madera de la que está tallado Pinocho es la humanidad misma», escribió Benedetto Croce. Sin mentiras el mundo moriría de aburrimiento. Qué es la exageración sino un embuste liviano con el que amenizar las esperas. Esas señoras que dramatizan sus dolores en los ambulatorios. Esos padres que inventan heroicidades de sus hijos en la puerta del colegio. Esos matrimonios que se dicen «te quiero» como Laudrup daba los pases: Mirando hacia otro lado. Qué mayor mentira que la literatura, que convierte en emoción lo que jamás ha sucedido. Qué es vivir sino retorcer la realidad hasta transformarla en algo único. Qué bonita palabra es patraña. Qué bonita palabra es novelero. Me gustan las mentiras, las mentirijillas más bien, esos enredos inocentones que terminan siendo un aliño para la existencia, una licencia para huir de la cotidianidad.

Aún así, siempre hay preferencias. También hay mentirosos vulgares y mentirosos tristes y muchísimos mentirosos que no se saben descubiertos, y de zorros astutos devienen en peluches indefensos. De todos los engaños que una persona puede intentar, creo que el único que tiene algo de dignidad es el que se miente a sí mismo. Exige cierta valentía traicionar al que comparte contigo órganos, huesos y músculos. Y pasa muy a menudo. Son muchos los que culpan a los demás de sus íntimas frustraciones, son muchos los que desprecian en los otros lo que ellos deseaban, pero no pudieron conseguir. Autoengañarse es, dicen, una forma de supervivencia.

Para mentir bien hay que tener buena memoria. Los que somos incapaces de recordar con claridad, hemos elegido ser sinceros. En la película El hombre que mató a Liberty Valance, el senador Stoddard pone fin a su mentira de años. Con tono grave confiesa la verdad al director de un periódico; los hechos tal como sucedieron, limpiando cualquier resquicio de invención y falacia, expiando su culpa. El director, tras escuchar la historia, se levanta y se va desinteresado. «Cuando la leyenda se convierte en hecho, publica la leyenda», dice antes de salir por la puerta. Hay mentiras tan maravillosas que la verdad, a veces, se convierte en un incordio.

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