'Crónicas perplejas': "Una jornada laboral de dos días a la semana nos permitiría conciliar y comer más sano"

Habla Antonio Agredano de la reducción de la jornada laboral

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Habla Antonio Agredano de la reducción de la jornada laboral en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

¿Por qué una jornada laboral de cuatro días a la semana pudiendo aspirar a trabajar tres días? Qué digo tres. ¿Y dos? Dos sería lo suyo. Una venganza. Desde ahora, fines de semana inversos. De lunes a viernes nuestra preocupación sería el ocio. Viajar. Ver series, beber por ahí, los karaokes. Un martes en un karaoke. Qué maravilla. Con cinco días de descanso a la semana es que nos podemos pasar el Netflix. Ya el jueves de tranquis y el viernes muy de bajona, churros tempranito y ya descansando porque el sábado y el domingo nos toca currar. Y aún así, ya el domingo, en el café, en la pausa de las diez de la mañana, diciéndole al compañero: se me está haciendo larga la semana. Demasiado curro.

Es que, tengo claro, que uno de los grandes vicios del ser humano es quejarse. Quejarse es adictivo. Todos tenemos un compañero de trabajo que no da un palo al agua y anda todo el día bufando por los pasillos, corriendo ligero de un lado para otro, como si el futuro de la empresa dependiera de él. Y a la hora de la verdad, trabaja menos que el ginecólogo de la Barbie.

Una jornada laboral de dos días a la semana nos permitiría conciliar, ir al gimnasio, comer más sano. Menos ansiedades. Menos tráfico… O no. O todo seguiría como siempre. Quejándonos de los demás. Criticando a los jefes en privado. Hartos de los clientes. Arrastrando el sueño pendiente. Con ojeras. Y diciendo: “Es que no me da tiempo para nada”. No creo que sea una cuestión de forma, sino de fondo.

Mi abuelo decía mucho una frase: “Bueno va”. Era un resumen de su vida. Trabajaba como el que más. Primero en el campo y luego en la obra. Sacó adelante a su familia, pagó su piso, disfrutaba del fino montillano y jugó mucho al dominó, ganaba siempre. Pero no abandonó ni una de sus obligaciones. Decía: “Bueno va” porque se tomaba la vida con pausa. Seis o cinco o cuatro días de trabajo, ya veremos. Pero sí que hay que tomarse la vida con más calma. Exprimir cada minuto. Una cosa es pasar por los días y, otra, que los días pasen por nosotros.

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