'Crónicas perplejas': “En la vida, somos el cariño que hemos dado”
Habla Antonio Agredano de mascotas y de sus cuidados. De si se las mima mucho o no
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
Sacamos a Pitus de una perrera. Era apenas un cachorro. Le quitamos muchas, muchísimas, garrapatas. Le dimos un buen baño, aunque se resistió. Dejó el agua negra de la roña que acumulaba el pobrecito. Luego comió pienso de su cuenco y se durmió en el regazo de mi novia de entonces, que era la que quería un perro para aquella nueva vida que empezábamos juntos.
Durante aquellos años fuimos tres. Pitus se arremolinaba a los pies de nuestra cama. Era un chuchillo encantador y caprichoso. Tenía su propio lado del sofá. Tenía sus horarios y sus manías. Era cariñoso solo con quien él quería. Tenía su juguete de cuerdas preferido. No te devolvía la pelota cuando se la lanzabas. Cuando quería mimos, metía el morrito bajo mi mano para que le rascara detrás de las orejas. A veces la felicidad depende de cosas así. De fotografías domésticas. De aquellos afectos que ya solo son parte de mi memoria.
Acabó el amor entre ella y yo. O nos cansamos de la convivencia. O éramos demasiado jóvenes. No sé. Llenamos las cajas de cartón con nuestras cosas. Vendimos los muebles. Vaciamos la casa. Pitus nos miraba con perplejidad mientras llorábamos. Y nos despedíamos. Ella lo abrazó antes de irse. El perro se revolvió entre sus brazos meneando la cola y luego la siguió hasta el coche hasta que la perdió de vista y volvió a casa. No sabía que aquella era la última vez que la vería.
Yo me llevé a Pitus a otra ciudad, a otra casa, a otro sofá, donde también encontró su hueco favorito. A otras novias. A otras calles donde pasear. Pero eso es otra historia.
Somos el recuerdo de aquellos días. Somos las decisiones que tomamos. Somos los afectos que dimos. Somos quienes cuidan, pero también a nosotros nos cuidaron. Ese perro pequeño, de pelo desordenado y color canela, con orejones, de patitas cortas y cuerpo alargado, me mimó a mí tanto como yo a él.
Porque en la vida, y eso lo entiendo ahora, solo somos el cariño que hemos dado.
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