'Crónicas perplejas': “Voy a las bodas a beber y a comer, no a ver el musical El Rey León”

Habla Antonio Agredano de bodas, de sus celebraciones, bailes y demás parafernalias 'modernas' que montan últimamente

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Confiesa Antonio Agredano en sus 'Crónicas perplejas' ser "un gran experto en bodas"

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas perplejas'.

Soy el que empieza las congas en las bodas. Si estás en una celebración y oyes que se ha caído una copa al suelo, ese también soy yo. Soy el que grita el primer “¡Vivan los novios!” cuando aún no han sacado ni el segundo plato. Me encantan las bodas. Sacan lo peor de mí. Soy el que pide canciones al DJ y el que, si hay banda contratada, pide subirse a tocar alguna canción con el bajo. Soy el que se pone en la puerta de salida de los camareros, a porta gayola, cuando empiezan con los entremeses. Soy el que recena y el que rerecena. De verdad, me encantan las bodas. Las bodas ajenas, digo.

Y como gran experto en bodas, os digo. Lo del autocar, de verdad, no hay derecho. Que hay gente que, para ahorrarse unos dineritos en el cubierto, nos lleva a la celebración yo no sé donde, en mitad de la nada. Que ya cuando llevas media hora en el autocar digo, voy de boda o me han cogido de concursante en el Pekín Express. Y después tienes que esperar turno para volver. A la una vuelve uno. Y yo ahí con la papa. Intentando mantener la compostura entre señoras de esas que se visten que parecen que se han peleado con la gallina Caponata, con unas plumas, con unos colores. Que parece el autocar una caja de pollitos de colores de mercadillo de cuando éramos chicos. Ellas sobrias, claro. Y tú diciendo: “Buenas noches”. Y poniéndote al final del autocar como los repetidores en las excursiones. Pensando: que no haya muchas curvas.

Y a ver, el baile de los novios. Ya nos hemos pasado de vueltas. Entiendo que el vals ese se quede corto, pero también hijos, que estrés la coreografía que os montáis. Que yo voy a las bodas a beber y a comer, que no voy a ver el musical El Rey León. Un bailecito rápido y al lío que se le van las vitaminas al gintonic. Las bodas luego se estropean por ambición. Por querer hacerlas tan modernas, tan únicas, que al final os pasáis de rosca. Yo he visto de todo. Fotógrafos más ciegos que los invitados. Todas las fotos movidas. He visto ceremonias civiles de hora y media. Que entiendo que, por no molestar a nadie, de las familias y los amigos, le dieron la palabra a todos, y aquello no parecía una ceremonia, aquello parecía el Debate sobre el Estado de la Nación.

En fin. Buen vino, buen jamón, un buen dj. Que me ponga el 'Wannabe' de las Spice Girls. Y menos letras de corcho blanco y menos bandejas de sushi que está el salmón tieso como si fuera un piscolabis de mojama. Y más casarse. Que luego la vida ya dirá. Pero el amor siempre hay que celebrarlo con champán e ibuprofeno.

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