La respuesta de Santi González a las críticas del PSOE y Echenique
El colaborador de Herrera en COPE responde a las críticas en redes sociales
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Aparte de la lectura de la Constitución por la Princesa Leonor, de la que ya hemos hablado, continúa el lamentable asunto de los restos de Franco y la incompetencia gestora del Gobierno en este asunto. Después de haber conseguido el récord de que la diplomacia vaticana haga público un comunicado para desmentir a un Gobierno, la vicepresidenta Calvo se empeña en no darse por enterada, como si la cosa no fuera con ella. Carmen Calvo, cocinera antes que fraila, no se considera desautorizada. Debe de creer que su entrevista con Monseñor Parolin fue una entrevista de poder a poder, de número 2 del sanchismo a número 2 del vaticanismo. Se equivoca. Ella era la incuria frente a la curia, que aunque suenen parecido, no son lo mismo.
Twitter se volcó ayer en gracias chocarreras, defendiendo el derecho de la vice a lucir el extravagante top con encajes, equiparándolo a lo que llamaban las faldas de su interlocutor. La diferencia es que el atuendo del cardenal hacía semblante, por decirlo en términos de psicoanálisis, mientras ella no iba vestida para la ocasión, como no lo habría ido el Presidente si asiste a una audiencia con el Papa vestido con bermudas y sombrero Panamá.
Ejercicio de protocolo comparado: cotejen el atuendo de la vice Calvo con la foto que publica hoy El Mundo en su página 5. La ministra de Justicia, Lola Delgado, firma un libro en Rabat con la cabeza cubierta con un pañuelo blanco en homenaje al hiyab. ¿Por qué las ministras españolas acatan el protocolo musulmán pero hacen mangas y capirotes ante la Iglesia católica?
Lo de Franco sigue siendo noticia, por otras vías. La performance de un supuesto artista gallego llamado Enrique Tenreiro, tan cerca de ser terneiro, que ayer profanó la tumba de Franco pintando con un espray algo parecido a una paloma. Era el corolario adecuado a la campaña antifranquista del Gobierno: la profanación de la tumba del dictador. Eso es el odio. Practicado por un artista inane que tenía 6 años cuando murió Franco.
En 1992, otro artista mediano y vitoriano, Santos Iñurrieta, derribó una escultura pública de Agustín Ibarrola en su ciudad natal. Explicó: "Quería denunciar que se han gastado 7 millones de pesetas en lo de Ibarrola y no tienen dinero para promocionar a los artistas jóvenes". Como yo, debería haber añadido.
Otro asunto es que el ínclito Villarejo sigue cabalgando después de preso. Como Junqueras, por otra parte. Su última grabación deja en una posición bastante insostenible a María Dolores de Cospedal. Seguramente no pasará de la semana que viene sin cesar o ser destituida. O quizá mañana mismo. He aquí una señal de nuestra decadencia: que un tipo como Villarejo pueda condicionar la política española con sus grabaciones. Hay de todas maneras algo sorprendente en la última grabación que hemos conocido. La afirmación de Villarejo de que "he intentado romper el pendrive de Bárcenas", sin que nadie le haya preguntado: "¿Y por qué no pudo?". Pero Casado haría bien en pedir la dimisión a una de las políticas más amortizadas del PP, siempre que ha continuación se empleara a fondo en cobrarse la cabeza de Lola Delgado, y no por los chistes verdes que le reía al comisario, sino por haber mentido al respecto.
Tenemos también el meritorio aunque infructuoso intento de Albert Rivera de sacar verdad del doctor fraude preguntándole una y otra vez si pensaba indultar a los golpistas. "Es muy sencillo", le decía, "sí o no". Pues no hubo manera.
Por otra parte, el PSOE criticó ayer en twitter esta sección, con un tuit en el que me llamaba "periodista requeté". En el PSOE hay mucha gente que me conoce como para que me asignen de community manager o al más tonto o al recién llegado. En la misma línea, Echenique, la criatura, ha vuelto por sus fueros. Ya lo había hecho antes, para chivarse al Papa, con un whatsapp de que "aquí se humilla a la ministra". Echeminga dominga, la que se humilla es ella por su ignorancia, su falta de saber estar y por mentir, poniendo en boca de monseñor Parolin cosas que este no hizo.