Del Val: "Estamos en una guerra de lavar y marcar, con mechas de chantaje"

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Creo que el PP debería hacer algo más que votar a favor de Pedro Sánchez, ante el grave problema al que nos enfrentamos. Y el grave problema es que Pedro Sánchez no solamente se inquieta y se desasosiega cuando el PP está gobernando, sino que también se le ve desasosegado y nervioso cuando el PP está en la oposición. Es muy probable que sea el único líder político que no pueda soportar que el partido contrincante gobierne, pero también le ponga nervioso y le desequilibre que esté en la oposición.

Como hoy se encuentra Chencho Arias en la tertulia voy a poner un ejemplo. Chencho -madridista casi de nacimiento- se alegra cuando el Real Madrid gana la Copa del Rey en la final contra el Barcelona. Pero si le pasara lo mismo que a Pedro Sánchez, su alegría no sería suficiente, porque estaría apesadumbrado de que el Barcelona hubiera sido subcampeón. Es decir, que la felicidad de Chencho sólo podría ser completa, si el Barcelona desapareciera, cosa que no es el caso, pero lo digo para que se entienda esta situación tan emperejilada que, además de votar a favor de los estados de alarma, Pablo Casado debería disolver al PP con objeto de que el doctor en economía pueda dormir tranquilo por las noches con un vicepresidente que llama miserables a los que politizan a los muertos. No sólo él. Ayer salió a la palestra ese monumento a la humildad, ministro de transportes y visitas nocturnas a Barajas, y se puso miserable politizando los muertos del futuro y achacándolos al PP. Y el ciudadano Echenique, el que aseguró que el coronavirus era una gripecilla de nada, también hizo lo mismo, es decir actuó como un miserable, que es como denomina el miserable de su jefe, vicepresidente del Gobierno, a los que politizan el dolor.

La miseria moral está servida. Pero nos queda la miseria económica que aguarda a la vuelta de la esquina, y pongo un ejemplo: En abril se vendieron en todo el mes los mismos automóviles que antes se vendían en un día. Pues nada, que salgan los miserables antes los micrófonos y le echen la culpa a los fabricantes, porque me imagino que el PP ya habrá desaparecido para dejar tranquilo a Pedro Sánchez.

Todo esto lo propongo, porque me ha convencido el departamento de propaganda de Iván Redondo, y me ha dicho que estamos en una guerra. O no, que diría Rajoy. Y me han entrado dudas, porque, ayer, sobre todo por los medios audiovisuales, los reportajes más frecuentes eran los dedicados a la apertura de las peluquerías. Y me chocó, lo confieso. Le tengo que preguntar a Pérez Reverte, que ha estado en tantas guerras, si cuando los combates cesan la gente, en lo primero que piensa, es en ir a la peluquería, porque ya no pueden soportar ir con esos pelos. O a lo mejor no es esa la primera necesidad. Es decir, que a lo peor estamos en una guerra de lavar y marcar, con mechas de chantaje para prolongar el Estado de alarma. Y, a lo mejor, el insólito caso del líder político que no aguanta al rival en el Gobierno y tampoco lo soporta en la oposición, no se cura con la coerción, sino con una visita a un psiquiatra acreditado.

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