Del Val: "Hay una España solidaria, generosa y hay otra España que se entretiene con nombramientos"

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Luis del Val

Publicado el - Actualizado

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Hay una España esperanzadora, esa que está formada por los ciudadanos que luchan en los hospitales para salvar vidas y que, a pesar de que 40.000 de los suyos han quedado heridos en la batalla contra la pandemia por la irresolución, la desidia y la ineptitud del Gobierno, siguen en el combate conviviendo con su propia fatiga.

Hay una España esperanzadora, en la que los vecinos, sin necesidad de comités, ni formación de comisiones, ni reuniones, socorren al anciano del edificio que vive solo, y le hace la compra, y le limpia el piso, y le ayuda conversando unos minutos con él, aunque sea a través de la mascarilla.

Hay una España esperanzadora, donde cocineros de los que habíamos oído hablar y, otros que no sabíamos ni donde se encontraban, se han puesto a trabajar en los fogones, gratis, claro está, y algunos incluso han puesto dinero para poder repartir comidas.

Y hay una España esperanzadora permanentemente, siempre en sesión continua, que no necesita de circunstancias extraordinarias para seguir ayudando al prójimo, aunque los necesitados ahora hayan aumentado, como son el banco de alimentos, la Cruz Roja, Cáritas, las parroquias del barrio, y tantas organizaciones pertrechadas por voluntarios y generosos que ayudan a sostenerlas.

Y, también, hemos comprobado, hemos visto, esa España esperanzadora, compuesta por millones de personas, que han cumplido y siguen cumpliendo escrupulosamente las reglas del confinamiento, que han salido de sus casas sólo cuando les han indicado, y que han dado un ejemplo de ciudadanía y disciplina, a veces difícil, muy difícil de respetar, y confieso que creo que a mí me hubieran detenido si no hubiera podido despedirme de mi madre moribunda, porque conozco la fragilidad de mi control emocional.

Luego, hay otra España zafia, egoísta, encerrada en sus intereses, y que aprovecha la situación y los muertos para llevar hacia adelante sus objetivos políticos, porque como dijo Pablo Iglesias “hay que politizar el dolor ¡claro que hay que politizar el dolor!”, y lleva dos días cumpliendo con eficacia sus propias consignas.

Hay una España a la que se le están truncando sus sueños, aunque sus sueños fueran pasar unos días con sus hijos en un apartamento de la playa, y en lugar del calor del sol en la arena, siente el calor de los neumáticos quemados, porque se han quedado sin trabajo.

Hay una España solidaria, generosa, entregada, desprendida, y hay otra España que se entretiene con cargos y nombramientos, jugando a ser jefe; o preside comisiones de reconstrucción nacional con una buena nómina, como si estuviera en un casino divertido; o declarándose a sí mismo el luchador contra la casta y protector de la gente, abre la boca y habla de nacionalizaciones, con lo que espanta cualquier inversión del exterior que podría traer más prosperidad y más trabajo, y hace fruncir el entrecejo a nuestros socios del norte, que empiezan a vernos como los griegos de más abajo.

Sí, tenía razón don Antonio, y efectivamente hay dos Españas. Una de la que te sientes orgulloso, que te emociona y te abraza invitadora para formar parte de ella, y, otra, que te rompe el corazón.

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