Del Val: "La inclusión no se logra cerrando las escuelas especiales, que alguien se lo explique a Celaá"

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Luis del Val

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Luis del Val intenta explicar a la ministra de Educación por qué son necesarias las escuelas especiales para niños especiales en su imagen del día en "Herrera en COPE":

"Imagínense que el ministro de Cultura y Deporte, entusiasmado por la inclusión femenina, ordenara que, en las pruebas deportivas, compitieran conjuntamente hombres y mujeres. Salto de altura, lanzamiento de martillo, etcétera. Por peso, por altura, complexión y por anatomía las pruebas las ganarían siempre los hombres. Sólo en la maratón y en los cien metros las mujeres se acercan más a los hombres, pero no los superan. Eso no es inclusión, eso sería competir en desigualdad de condiciones. O imagínense que, en su afán por incluir la discapacidad física o psíquica, en todos los equipos de fútbol fuese obligatorio que hubiera un ciego o un síndrome de Down. ¿Se lo imaginan? O ya, metidos en la hipérbole, suprimir la paraolimpiada y que los que tienen que ir en silla de ruedas, en lugar de competir entre ellos se mezclaran obligatoriamente con los jugadores de baloncesto convencionales, o sea, de uno noventa de altura.

"Que alguien se lo explique a la ministra de Educación"

¿Les parece a ustedes una tontería contemporánea? Pues ayer, los padres de niños con discapacidad se manifestaron frente a las Cortes, porque la ministra de Educación, tras sufrir un alegre subidón inclusivo, está empeñada en ir cerrando las escuelas especiales y repartir a esas niñas, a esos niños, en las escuelas convencionales. ¿Sabe algo de niños discapacitados la ministra de Educación? No lo sé, pero los que sí lo saben son los padres de los niños discapacitados y, tras las experiencias -casi siempre catastróficas- de llevar a sus hijos a una escuela convencional, encontraron una escuela donde sus hijos avanzaron y aprendieron. Y no eran el tonto ni la tonta de la clase. Porque los niños son ingenuos e inocentes, pero tienen esa crueldad del desconocimiento, y, a las primeras de cambio, al que lleva gafas le llaman gafotas, y al que tienen las orejas grandes orejudo. Y el profesor de la escuela convencional -se lo asegura un huido de la enseñanza- no está preparado para enseñar a un alumno hipocrénico o con afasias crónicas, no lo está. Y el alumno discapacitado y el resto de los alumnos tampoco pueden ser víctima de la impericia del profesorado.

Esto de la inclusión viene del norte de Europa, y nadie está en contra, y los padres, y todos, queremos la inclusión, pero eso no se logra privando al niño que sufre síndrome de Asperger de una escuela especial y llevándolo a una convencional, y ya está, solucionado el problema. Comprendo que para una ministra que dice que los hijos no son de los padres sea difícil de entender, pero, por favor, que alguien le diga que queremos la inclusión social y laboral, pero que eso no se logra cerrando las escuelas especiales. Que alguien se lo explique. Naturalmente alguien que posea un alto grado de paciencia, porque está demostrado que ésta ministra es bastante burra, y todavía no ha entendido que los padres de los niños discapacitados quieren lo mejor para sus hijos, y saben lo que les ha sucedido fuera de las escuelas especiales. Creemos espacios de convivencia con los otros escolares. Y frecuentes. Pero no intentemos que una niña con insuficiencia mental, aunque sea leve, asista a una clase convencional, porque retrasaremos sus avances y es probable que le causemos dolorosos daños emocionales. Esto creo que lo entendería incluso una ministra de este Gobierno".

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