Del Val: “Algunos políticos actúan como niños, pero exentos de inocencia, lo más eficaz para la destrucción”
Escucha ‘La Imagen del Día’ de Luis del Val en una Nochebuena atípica, nostálgica y marcada por el coronavirus en ‘Herrera en COPE’
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A medida que los calendarios pasan, las Navidades cambian, y la dulzura se adereza con los granos de tristeza que aportan las ausencias a la vida. Hasta hace poco, convivíamos cuatro generaciones alrededor de una mesa, y, desde hace algún tiempo, hemos bajado a tres, mientras este año la pandemia intenta convertirnos a todos en habitantes de islas, donde naufragamos sin la compañía de otra generación
Cuando escucho a los niños manifestar lo que les van a traer los Reyes Magos, me animo a pensar que esta sociedad podrá salvarse del materialismo egocéntrico que nos envuelve, pero, al poco, escucho a determinados políticos, y el optimismo se derrumba, y pienso que ese político también un día fue niño, y, ahora, ya adulto, se comporta igual que un niño, pero exento de inocencia, que es lo más eficaz para la destrucción.
Cuando veo el establo convertido en habitación humana por necesidad, y se manifiesta la humildad del lugar en esos diminutos decorados de los belenes que vinieron de Italia, me animo por el ejemplo que supone, por su llamada de atención, pero cuando me sumerjo en la parte fenicia de las fiestas, en las prisas y en las compras, me desalienta que el establo y la cuna de paja desaparezcan, como si Jesús hubiese nacido en una lujosa posada.
Luis del Val: "Podrían servir para anunciar la Navidad o una verbena o un festival"
Cuando contemplo las modernas iluminaciones, con dibujos geométricos, sin ningún simbolismo, como la estrella guiadora -que a los estetas les debe parecer anticuado- me deprime comprobar que esa especie de cuadros de Mondrian con bombillas, podrían servir para anunciar la Navidad o una verbena o un festival de cualquier clase.
Menos mal que, de repente, por la calle, por la Radio, por el interior de un hipermercado, me llegan las notas de un viejo villancico -que también tiene sus detractores- y me sacude un destello de infancias y escaleras, de cabalgatas y risas, de sonrisas fugaces y rostros que se fueron, y me inundo de Dickens y de Andersen, y me encuentro a la niña de los fósforos, y no me entristezco demasiado, aunque sepa que en el cuento va a morir de frío, porque he encontrado, por fin, el espíritu de la Navidad. A todos, feliz Nochebuena.