Luis del Val: "Si no nos ponemos la mascarilla, sanitarios, militares o policías habrán sido héroes inútiles"
"La mascarilla no es para los demás" asevera el profesor y "pueden evitar el fracaso, la hecatombe y el cataclismo"
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¿Es un capricho llevar mascarilla?, el profesor Del Val nos recuerda en su imagen en "Herrera en COPE" por qué hay que llevarla puesta:
[ESCUCHA AQUÍ LA IMAGEN DE LUIS DEL VAL EN "HERRERA EN COPE"]
"Reconozco que llevar la mascarilla puesta es incómodo. Y cuando la temperatura supera los 36 grados -que viene a ser como si el termómetro tuviera fiebre- uno se pregunta en qué momento hizo la promesa de llevar la mascarilla, cuando hubiera sido mucho menos molesto caminar por la calle con garbanzos dentro de los zapatos, o ir siempre de rodillas a comprar el pan. Pero está claro que es un medio eficaz que evita que vuelvan los rebrotes, y vuelven, precisamente, en actos cívicos, familiares o sociales, donde se prescinde de las mascarillas. Ayer, que aumentaran los rebrotes el doble fue una noticia que no invitaba al optimismo, pero por lo que pude contemplar, por la zona donde vivo, tampoco les ha invitado a muchos a la prudencia, porque aumenta el número de ciudadanos que ha llegado a la conclusión de que la mascarilla es para los demás, pero no les afecta a ellos.
Me imagino a ese estudiante de Medicina, que ha perdido a su madre, médico, porque se infectó cuando trabajaba, o a esa viuda que lo es porque su marido, enfermero, se contagió cumpliendo con su deber, y a tantos hermanos, esposas, padres, que han perdido a su hermana, a su hijo, a la persona con la que esperaban caminar el resto de su vida, porque trabajaban en la Sanidad, ese sector al que no les dimos mascarillas y les dábamos aplausos, y que con su sacrificio y con su entrega lograron la triste marca de ser el país con más sanitarios muertos. Y ese enorme sacrificio, que uno sólo puede imaginarse en el sector militar o policial, puede que no sirva para nada si la indolencia, la comodidad y las conductas irresponsables se repiten sin que exista una manifiesta repulsa social.
Me imagino a mi esposa, a mi hija, a mi hijo, que hubieran muerto por trabajar en el sector que más vidas salva, y, luego, en la calle, observara estos arracimamientos, esta imprudencia salvaje, que van a conducir a un rebrote insoportable, a más sacrificios, y a más muertes, y creo que la adrenalina me revolvería hasta el último centímetro del intestino, al comprobar que el sacrificio de las personas a las que más quiero parece que no sirvió para nada y que fueron los héroes más inútiles de la Historia de España.
Cada vez que nos saltamos una norma, que tomamos la torpe osadía de no cumplir con lo recomendado, estamos contribuyendo a que esto siga, y sigue de tal manera, que a los médicos les prohíben que se tomen vacaciones en septiembre, porque se teme una sacudida en la que se van a necesitar todas las manos y todas las camas.
Acusamos a los gobernantes de confundir la realidad con el lenguaje y de engañarse y engañarnos diciendo cuando son útiles las mascarillas según se disponga de ellas o no, y ahora, cuando los expertos de verdad -no los estabulados por los políticos- concluyen que el virus se transmite por el aire, precisamente ahora, nos comportamos con la misma irresponsabilidad que los gobernantes a los que criticamos, que viene a ser como si escupiéramos sobre las tumbas de esas buenas personas que dieron incluso su vida para que se salvaran las de los demás. Esto no se ha pasado. Y, si no nos lo tomamos en serio, caminaremos del fracaso a la hecatombe, y de la hecatombe al cataclismo".
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