Luis del Val, ante el nuevo concepto de Navidad: "No estamos en las fiestas de invierno"

El profesor reflexiona sobre lo que está ocurriendo en nuestra sociedad que ahora felicita las fiestas de invierno

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Luis del Val: "No estamos en las fiestas de invierno"

Luis del Val

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"En el decenio de los ochenta del siglo pasado, un comunista -en el fondo buena persona, pero tonto contemporáneo-, me envió una felicitación, desde su puesto político, donde ponía, me acuerdo perfectamente, “Felices Fiestas de Invierno”. Como si en lugar de vivir en una ciudad donde está la Basílica del Pilar y, a 300 metros, la catedral de La Seo, viviéramos en la Roma del siglo I.

Y, mira, ayer me acordé de él, porque me he dado una vuelta por Majadahonda y por Madrid, y he visto las luces ornamentales, y el aderezo de los comercios, y aquellos belenes y nacimientos que existían en muchos escaparates han desaparecido. Hace ya tiempo. Vamos, se le ocurre a un comerciante poner unos reyes sobre tres camellos, y alguno igual piensa que se dirigen a la costa africana para montarse en un cayuco y llegar a Canarias.

Veo las estrellas de invierno, los abetos, las geometrías encendidas de color, y podríamos estar celebrando, no sé, el centenario de la Fundación de la Cámara de Comercio o la Semana del Consumidor. Y eso que me parezco tanto a un meapilas como a un filoetarra de Bildu, pero es evidente que el comunista que me felicitó, con aquella estrambótica acepción invernal, sería tonto contemporáneo, pero tenía algo de profeta.

Menos mal que siempre llega una circunstancia que te devuelve la esperanza. El belén que pone el Ayuntamiento de Majadahonda, en una esquina de la plaza, y al que llevo todos los años a mis nietas más pequeñas, se quemó. Hace dos días pasé, y estaba cubierto por unos toldos blancos que parecían un sudario, certificando su muerte.

Pero algo ha pasado. Y el aliento del espíritu de la Navidad ha soplado sobre Majadahonda, y funcionarios, belenistas, y docenas de vecinos, han puesto manos a la obra, le han echado horas y horas de esfuerzo, y ese sacrificio ha merecido la pena, porque ya hay un nuevo belén, ése en el que los niños fijan su mirada, todavía inocente, y se borran las escaleras mecánicas, y las pantallas de los móviles, y hay un pastor que lleva una oveja encima de los hombros, y una mujer que ha dado luz un niño, en la cuadra de unos campesinos, junto al pesebre, en un pequeño pueblo llamado Belén.

Mi agradecimiento a todos ellos, que han logrado hacerme olvidar que no estamos en las fiestas de invierno, sino en la eterna Navidad".

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