Luis del Val: "Aragonés se marchó con ese airado aspecto de lo que le debemos todos y no le hemos pagado"

El profesor analiza la actitud del presidente catalán durante su intervención de este jueves en el Senado

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Luis del Val

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No soy muy partidario de lanzar alabanzas a los jefes, pero hoy, Carlos, es muy atinada tu observación, que reflejas en el diario ABC, poniendo el foco en esa cara de enfado que muestran, sin excepción, todos los secesionistas. Es semejante a la expresión avinagrada de las adolescentes, en esa difícil etapa de la vida, donde se levantan con la creencia de que el mundo no las comprende, y se disponen a luchar contra el mundo. Y, claro, como viajan poco, el mundo es su madre, su hermana mayor, su padre y los profesores, por ese orden.

Ayer, Pere Aragonés García, daba la impresión de que tenía un mal día: que la caldera se le había estropeado y no se pudo duchar con agua caliente, que se manchó la camisa y se tuvo que cambiar, que el conductor del coche oficial se retrasó, en fin, esas cosas que hacen desgraciadas a las personas que no viven en Ucrania, Israel o Gaza.

Pero puede que sea, como en el caso de las adolescentes, un fenómeno hormonal. Montaigne, que procedía de una familia de judíos conversos de Calatayud, y nació en Burdeos, decía -ya en el siglo XVI- en su ensayo “Teoría de la enseñanza”: “No es un cuerpo, no es un alma, eso es un hombre”.

Hoy, en el siglo XXI todavía se ha avanzado muy poco en la relación psicosomática, pero todos sabemos su enorme influencia, y todos tenemos un amigo que, por ejemplo, al atravesar circunstancias tensas y estresantes, se le enronquece la voz o casi la pierde. Podría ser que, al profesar el nacionalismo catalán, al admitir que eso te convierte en más alto, más guapo y más inteligente, o sea, en un ser superior, hay un desbordamiento hormonal, se disparan los estrógenos, y, sin darse cuenta, se les pone en la cara esa expresión de mala leche oficial.

Ayer, el señor Aragonés y García, se marchó con ese airado aspecto de lo que le debemos todos y no le hemos pagado. Y le tengo simpatía, porque es bajito como yo. Yo no me pongo sombrero, porque parezco una seta, pero el señor Aragonés y García, debido al considerable tamaño de su cabeza, ni siquiera necesita sombrero. A mí me parece que, con lo atrayentes que es apuntarte a ser superior, el nacionalismo es todavía minoritario en Cataluña, porque a mucha gente le tira para atrás tener que pasarse el resto de su vida con cara de cabreado permanente.

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