Luis del Val: "Dragó era un hombre tan libre como educado, para algunos muy difícil de soportar"

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Luis del Val: "Dragó era un hombre tan libre como educado, para algunos muy difícil de soportar"

Luis del Val

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Fernando Sánchez Dragó era un hombre libre y rebelde en su pensamiento, pero educado, cortés y riguroso en el trabajo.

En 2010 se celebra la Feria del Libro de Estambul, donde el país invitado es España. El ministerio de Cultura encomienda al director general del Libro, Rogelio Blanco, que elija un puñado de escritores para que representen a España. Y allí fuimos, junto con Fernando Sánchez Dragó, que yo recuerde, Angeles Caso, Soledad Puértolas, Julio Llamazares, Rafael Chirbes, y algunos traductores. Y estalla el escándalo. Fernando había publicado un libro, al alimón, con otro espíritu libre, Albert Boadella, titulado “Dios los cría”. Y allí desgranan sus opiniones, recuerdos y experiencias, sobre sexo, drogas y otras cuestiones.

Un torquemada de guardia descubre que, en el libro, Fernando o bien fantasea o parece que cuenta su relación, en Japón, con dos prostitutas menores de edad. Le preguntan a Fernando, y responde que, en un escritor, la línea divisoria entre la realidad y la ficción no es la misma que para un ingeniero de caminos, o algo así. Pero los torquemadas pretenden hacer una hoguera y quemar vivo a Fernando, y estamos ya en Estambul.

La ministra de cultura es una mujer, Ángeles González Sinde, y le dice a su director general que no quiere una foto de ella con Sánchez Dragó, y que si él asiste a la ceremonia de apertura, ella se queda en el hotel. El director general, que conoce mis buenas relaciones con Fernando, me pide que le explique la situación. Y así lo hice. Otro cualquiera hubiera aprovechado para organizar un escándalo, pero me dijo Fernando “Ningún problema. Me daré una vuelta por Estambul”. Y así lo hizo, con encomiable caballerosidad.

La que no estuvo tan cortés fue la ministra que, sin nombrarlo, habló mal de él. Le preguntaron a Fernando los periodistas, y volvió su caballerosidad, diciendo que la ministra estaba en su derecho de dar su opinión. A la tarde, participó en una mesa de debate, como si no hubiera sucedido nada, mientras en España los de la hoguera se animaban. La única mujer que le defendió fue Esperanza Aguirre que dijo que, entonces, habría que quemar los libros de Henry Miller, García Márquez y tantos otros.

Fue un animador de la cultura, un escritor brillante, y un hombre tan libre como educado. Para algunos, muy difícil de soportar.

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