Luis del Val: "Ya no está la peseta. Tampoco está Joaquín Carbonell. Y notas la boca seca"

Luis del Val recuerda en su 'Imagen' de hoy en 'Herrera en COPE' al cantautor y poeta Joaquín Carbonell fallecido por coronavirus

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Luis del Val: "Ya no está la peseta. Tampoco está Joaquín Carbonell. Y notas la boca seca"

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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“Me despido de mi tierra/ de mis montañas y ríos;/me marcho porque me empujan/ nunca lo hubiera querido/“. Es probable que, al escribir la letra de esta canción, se acordara de aquél adolescente que marchó de Teruel, abandonó el molino de aceite y llegó a Barcelona con muchas ilusiones que no se cumplieron trabajando de camarero en la costa catalana. Por eso volvió y, en el Instituto de Teruel, se encontró con profesores como Eloy Fernandez Clemente o José Antonio Labordeta, o con alumnos como Manuel Pizarro o Federico Jiménez Losantos. Se nota que los de Teruel son pocos, pero lo suplen con calidad.

Aquellos chicos de posguerra, o bien cercana, o bien tardía, asumieron enseguida lo de “Habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que pone Libertad”, y pusieron manos a ello, y contribuyeron a sacudir la modorra de una sociedad a la que habían acunado con la consigna de que éramos ingobernables y necesitábamos que nos vigilaran de cerca. Canción a canción, esos conciertos, esas plazas llenas, esas letras hicieron dos cosas importantes: concienciarnos con la esperanza de un mañana mejor y respetar las ideas del vecino, aunque no se compartieran. Y esos mimbres fueron básicos para tejer la Transición.

Estoy hablando de una de esas tantas personas, cuyas vidas y biografías, se acumulan tras las cifras de los fallecidos por el virus. Estoy hablando de Joaquín Carbonell que, de manera voluntaria, y viendo que la Democracia se asentaba, allá en el decenio de los ochenta colgó la guitarra, y se dedicó al periodismo y a escribir libros, algunos de los cuales, como el retrato a Joaquín Sabina, demuestran que Carbonell conocía a fondo a sus personajes.

A veces, su sentido del humor, le llevaba a la ironía “-¡Qué bonita, qué redonda, qué puñeta, que pequeña es la peseta!-“.

Ya no está la peseta. Tampoco está Joaquín Carbonell. Y notas la boca seca, y la egoísta sensación de una soledad que llega en incómodos plazos y ante la que no tienes defensas, como no las tuvo Joaquín.

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