Luis del Val: "Estamos pasando de la presunción de inocencia a que una acusación se convierta en sentencia"

El comunicador da su opinión sobre las acusaciones de acoso sexual a Plácido Domingo

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Luis del Val: "Estamos pasando de la presunción de inocencia a que una acusación se convierta en sentencia"

Luis del Val

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Hoy, es víspera de festivo en casi toda España, y allá a las dos o las tres de la madrugada, no centenares, sino miles de chicos le dirán a la chica que está con ellos, si de verdad se tiene que marchar a casa. Y no centenares, sino miles de mujeres dirán que sí, dirán que no, y se marcharán a su casa o se quedarán, pero ninguna de ellas acudirá a la comisaría más próxima para acusar a quién le ha dicho eso de acoso sexual. Digo esto,  porque la mezzo soprano que acusa a Plácido Domingo de acoso sexual, aporta como gran prueba acusatoria, que le decía si de verdad se tenía que marchar a casa. La mezzo soprano dice que eso era muy llamativo. Bueno, a mí lo que me parecería llamativo es que el chico le diga eso a la chica con un burofax o con una carta certificada ante notario. No niego que, subjetivamente, esa mujer  se sintiera acosada, pero también es subjetivo el miedo que se siente al escuchar unas pisadas detrás en una calle solitaria, y ello no significa que haya que detener al inocente autor de las pisadas.

El acoso sexual a la mujer es un asunto muy serio, y no se debe banalizar. Tampoco se puede banalizar la presunción de inocencia, porque la libertad que nos proporciona el Estado de Derecho se basa en que no es el acusado quien  tiene que demostrar su inocencia, sino el acusador quien tiene que demostrar la culpabilidad. Y, además, hay un principio en el Código Penal que dice “In dubio pro reo”, en caso de duda el juez debe inclinarse a favor del acusado para evitar la injusticia de castigar a inocentes. Poco a poco, y de manera peligrosa, estamos pasando de la presunción de inocencia a que una acusación se convierta en una sentencia, es decir, que la calumnia prospere socialmente sin comprobarse. Así pasó, por ejemplo, con Michael Jackson, a quien las falsas acusaciones de pederastia le llevaron al desequilibrio y a la muerte, como demostró precisamente una mujer periodista, y, hace poco, Luis Ventoso, en ABC recordaba otro famoso caso donde ministros y relevantes personas de las finanzas del Reino Unido se vieron enfangados en unas acusaciones, que luego se demostró que eran calumnias. 

Sorprende la rápida reacción de la orquesta de Filadelfia que ha anulado una  actuación de Plácido Domingo, es decir, que ha reaccionado como si un juez hubiera emitido un fallo inculpatorio, cuando no hay denuncia en ningún juzgado, ni aportación de pruebas, excepto que una mezzo soprano recuerda, estremecida, que el tenor le preguntó si de verdad tenía que marcharse a su casa. A este paso, mirarás detenidamente a una mujer e igual tienes que pagar una multa. Repito, la lucha contra el acoso sexual es algo muy serio, y un asunto serio se puede banalizar a través de la exageración. Y comienza a llamar la atención la extravagancia estadística de que la memoria de lo que ocurrió hace más de treinta años sólo se active ante personas ricas y famosas. Los insolvente, los parados, los que no tienen fortuna, o han sido  muy virtuosos  en el trato con las mujeres, o poseen el don insuflar amnesia en algunas memorias femeninas.  Me parece raro. Y eso no contribuye al prestigio de una lucha noble. Al contrario, puede impedir que se castigue a víctimas auténticas y que se enlode con calumnias exageradas a personas equivocadas. 

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