Luis del Val: “Hay unos tres millones de personas en España que no tienen trabajo, que no hacen puente”

En el Día del Trabajador habla el profesor de trabajo

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Luis del Val y el Día del Trabajador

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPEen el #DíaDelTrabajador:

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Escucha el monólogo de Carlos Herrera de las 8 del 1 de mayo de 2024

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Mi infancia transcurrió rodeado de trabajadores manuales. La familia de mi padre, como la de mi querido compañero y amigo, Luis Del Olmo, vivía alrededor de los trenes, y uno de mis tíos se dejó una pierna en la maniobra de enganche entre dos vagones.

La familia de mi madre todavía usó el arado romano, y recuerdo, de niño, las manos encallecidas de mis tíos, contrastando con la superficie fina y alisada de la mancera del arado, una lisura hecha precisamente, mes a mes, con el roce de esas palmas abruptas que ponían y quitaban arneses, y se volvían tiernas, cuando acariciaban la cabeza de alguno de sus sobrinos.

Trabajador me suena a tarea manual, al carbón encendido de la fragua, a las pinzas que recogían la herradura roja, y al martillo que ahormaba la herradura sobre el yunque. Hoy se celebra la muerte de unos trabajadores en Chicago, a los que les arrebataron la vida, porque pretendían que la jornada bajara de las 18 horas diarias. No hace tanto: fue en la primavera de 1886, y puede que los esclavos que construyeron las pirámides hace 4.500 años tuvieran un horario parecido.

Recuerdo una larga entrevista con Marcelino Camacho, en su casa, de hora y media de duración. Ya le admiraba en la lejanía, y no me decepcionó en aquella larga conversación, donde comprobé que su modestia era tan amplia como su dignidad.

Le tengo mucho respeto al trabajo, por eso me enfadan los sindicatos, cuando malversan, o cuando se convierten en criados de un partido político, si ese partido está en el Gobierno, o se burocratizan y creen que son funcionarios. Aun así, si no existieran los sindicatos, habría que inventarlos, porque es un contrapoder tan necesario en una democracia como los medios de comunicación.

El trabajo es la libertad para quienes tenemos trabajo, y la exclusión social para quien no lo tiene. Hay unos tres millones de personas en nuestro país que no tienen empleo, que no hacen puente; que están emocionalmente afectados, porque, al paso de los días, se plantean si es que sobran en esta sociedad injusta y mal repartida. La prosperidad consiste en crear riqueza y trabajo, porque así se podrá pagar con justicia. Y aun así, decía Marcelino Camacho, que fue encarcelado en la dictadura: “Los trabajadores seguimos siendo los parientes pobres de la Democracia”.

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