Luis del Val: "Nos estamos jugando nuestra libertad y eso es más importante que el precio del petróleo"
Ya puedes escuchar el comentario de Luis del Val de etse viernes 25 de febrero de 2022
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hace unos meses, un amigo, abogado, me contaba la escena de un joven de 16 años, drogadicto, que, enfadado porque su madre no le daba dinero, forcejeó con ella para quitarle el monedero, la tiró al suelo en presencia de su padre, sacó un billete de 50 euros, y se fue hacia la puerta de casa para salir. Y la reacción del padre fue amenazarle con que, si seguía así, le iba a quitar la paga del fin de semana.
Me acuerdo de esta escena cada vez que escucho a nuestros dirigentes occidentales amenazar pomposamente a Putin con no sé cuántas sanciones económicas. El drogadicto de poder territorial, cada vez que escucha lo de las restricciones debe de contener el jolgorio que le produce tal demostración de impotencia. Se merendó Crimea, sin ninguna consecuencia; urdió con éxito un golpe de Estado en Bielorrusia, y también le dijeron que le quitarían la paga del domingo.
Recordando a Woody Allen, a Putin ya sólo le falta escuchar música de Wagner para que le entren ganas de invadir Polonia, y como sigan con la pomposidad de las sanciones, lo hará, porque, como ya dije ayer, el único argumento dialéctico que entiende es la fuerza, y el lenguaje diplomático que comprende es cuando un tanque se pone enfrente de otro suyo.
También podríamos optar por la solución aportada por un ministro de Sánchez, Alberto Garzón, gran estratega geopolítico, que ha propuesto la disolución de la OTAN. Disolvemos la OTAN, Putin deja de sentirse provocado, y llega con los tanques hasta Normandía y Gibraltar, pasando por la Alemania, donde ejerció de espía comunista hasta la caída del muro de Berlín. No es mala solución la ideada por Alberto Garzón, pero no creo que a él le favoreciera, porque los esbirros de Putin enseguida descubrirían el grado de estupidez del ministro de Sánchez y, como Siberia ya no está de moda, igual lo destinaban a Marruecos a pasar calor. Todo esto no es nada divertido. Ya nos hemos jugado la recuperación económica. Pero hay algo mucho más en juego: nos estamos jugando nuestra libertad. Esa que permite un sistema democrático, donde es cierto que los tontos contemporáneos pueden llegar a ministros, pero donde también tenemos la libertad de señalarlo. Y eso es más importante que el precio del petróleo.