Luis Del Val: "No le pregunten a Sánchez cuántas naciones hay en España, podemos tener un disgusto"

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"No le pregunten a Sánchez cuántas naciones hay en España, podemos tener un disgusto"

Luis del Val

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Más de 1.700 navarros se han inscrito ya en la carrera Behovia-San Sebastián, muchos más que en la edición anterior. Pueden pensar que, tras el debate de anoche, me he quedado alelado y he decidido pasarme al periodismo deportivo, pero es más bien consecuencia de que me he leído el Diario de Navarra de arriba a abajo. Esta mañana, nada más despertarme, sobre las seis, es lo primero que he hecho. Me acosté con esa obsesión tras escuchar a Pedro Sánchez proponer que se deje gobernar a la lista más votada. “Ya verás -me dije- como la lista más votada en Navarra, fue Navarra Suma, Pedro Sánchez va a deshacer el pacto del PSOE con el club de fans de los etarras para dar ejemplo”. Pero no había ninguna noticia de ello. Aún es pronto, claro, y a lo mejor es mañana cuando María Chivite deja de ser la presidenta del Gobierno de Navarra por no encabezar la lista más votada. O puede que la generosa propuesta de Sánchez sólo sea de obligado cumplimiento, cuando la lista más votada sea la del PSOE. La generosidad tiene esos sesgos y derivas, lo que no se puede evitar. Tampoco se puede evitar fijarse en el músculo masetero que, transcribo -porque yo no he estudiado medicina como el Herrera- “se inserta en el borde inferior del arco cigomático y en la cara externa de la cara del maxilar inferior o mandíbula, uniendo ambas estructuras óseas”.

Observar el fenómeno de cómo funciona el músculo masetero del rostro es sumamente sencillo: se le pregunta a Pedro Sánchez cuántas naciones hay en España, y, enseguida, la dentadura presiona internamente  y puede contemplarse con toda claridad como el músculo tenso de la mandíbula destaca en el rostro. 

Confieso que me aburren mucho los debates sujetos con corpiños y armaduras, pero me divierte mucho escudriñar esa incomodidad de Sánchez, al descender a compartir espacio con personas que no están a su altura. Me recuerda a ese triunfador que accede a asistir a la comida aniversario de la promoción y, de vez en cuando, mira el reloj para saber cuánto tardará para poder dedicar su tiempo a algo que merezca la pena; o ese rico, no tan reciente que, de repente, en la boda de la hija, no tiene más remedio que invitar a los parientes pobres, y el mal rato que pasa viendo que sus nuevos amigos, tan ricos como él, se enteran de que no toda su familia es millonaria. Por lo demás, ya observé que cuando Santiago Abascal sugería recortar algo de dinero en las autonomías, nadie dijo nada, y es que las autonomías han creado 2.282 empresas públicas. ¡Casi tres mil empresas! Allí trabajan cerca de 150.000 personas. Es decir no les basta con administrar las muchas competencias que tienen que, además, crean empresas que compiten con las privadas y, eso sí, permiten contratar empleados sin pasar ninguna oposición. Y no hay disparidad: todas las autonomías, todas, son entusiastas en la creación de empresas. Ah, y por favor, en las entrevistas que restan no le pregunten a Pedro Sánchez cuántas naciones hay en España, no se le vaya a tensar tanto el músculo masetero bajo el arco cigomático que tengamos un disgusto. 

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