Luis del Val: “Al ver ‘Sintiéndolo mucho’, recordé que Joaquín Sabina nunca presume de estudios y lectura"

Habla el profesor del éxito del documental de Fernando León de Aranoa sobre Joaquín Sabina

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Luis del Val: “Al ver ‘Sintiéndolo mucho’, recordé que Joaquín Sabina nunca presume de estudios y lectura"

Luis del Val

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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en el documental de Joaquín Sabina, ‘Sintiéndolo mucho’, dirigido y realizado por Fernando León de Aranoa:

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Los Césares de Roma sabían que lo que neutralizaba el posible descontento del pueblo era pan y circo. El circo ya está servido, al comenzar el Mundial, y el pan va a subir, pero algo es algo. Así que, como el próximo jueves, los representantes en el Congreso del Frente Popular desarmarán a la Constitución, dejando el delito de sedición convertido en una gamberrada de universitarios gritones, ayer, me fui al cine, y me sorprendió que, al final de la proyección, el público se pusiera a aplaudir. Es raro que el público aplauda en un cine, a no ser que sea el día del estreno y estén presentes protagonistas y director. No era el caso. Además, por ser más insólito, se trataba de un documental. La gente prefiere quedarse en casa, a ver series, y, si comete la heroicidad de ir a una sala, es raro que elija un documental. Pero es que el documental de Fernando León de Aranoa está muy bien montado, le ha costado 13 años de interrumpidas grabaciones, y el protagonista aparece sin afeites, tal como es, tal como le conocemos, puede que incluso tal como lo imaginábamos. A la salida de ver y de aplaudir ‘Sintiéndolo mucho’, me acordé de que Joaquín Sabina nunca presume de estudios y lecturas -se parece en eso a Carlos Herrera que sufre mucho si se descubre que trabaja bastante- y de un verano, donde tuve como cabecera un libro suyo de sonetos deslumbrante. Los mejores sonetos coetáneos se los he leído a Pedro Crespo, a Juan Van Halen y a Joaquín Sabina.

Ahora, cuando el rap enaltece aleluyas vulgares y ripios sin gracia, resaltan las letras de Joaquín Sabina, donde la ironía, la sorpresa y el sentimiento, asaltan en cualquier verso. Recuerdo un día, en su casa, cuando vivía cerca de la plaza Tirso De Molina, a pocos metros del teatro Nuevo Apolo, que le comenté si la obligación de la rima no le pesaba, y me confesó que la rima, por un lado te obliga, pero te puede llevar a sitios que nunca hubieras sospechado. Ni una palabra de rencor por su largo exilio en París y en Londres. Ni una tentación de doctrina, tan de moda entre esos progresistas de izquierda, escasos de talento. El magnífico documental de León de Aranoa muestra a un Sabina que, pasados los setenta, sueña con esa gran canción que será imposible componer, pero también es imposible matar los sueños que nos dan la vida.

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