Luis del Val:"Habiendo tanto dolor en el mundo me parece una superficialidad hablar de síndrome postvacional"
El periodista se despide de las vacaciones de verano en 'Herrera en COPE'
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Vivir significa tener problemas. Bueno, y ser feliz a ratos, por supuesto, pero desde que te levantas hasta que te acuestas estás resolviendo pequeños problemas. Algunos son diminutos o cotidianos, y luego, están los problemas auténticos: la enfermedad, el hijo o la hija que han salido que parecen hijos de otra familia, y el desamor, la separación, y un larguísimo etcétera.
Bueno, pues además de estos problemas por los que la inmensa mayoría transitamos en alguna circunstancia, descubrimos otros, y comenzamos a hablar de ellos con tanta fruición e insistencia que más que de problemas aislados parece que nos estamos refiriendo a una epidemia.
La estrella de todos ellos, estamos en fecha, es -chanta cha chán- el síndrome postvacacional. La semana que viene, como me gusta escuchar la radio, tendré que ir cambiando de emisora, porque en todas se hablará del síndrome pos vacacional. Y me resulta insoportable. Mis padres, que sobrevivieron a la guerra civil y a la posguerra, nunca hablaron de ello, entre otras cosas, porque durante muchos años ni siquiera se podían permitir tomarse vacaciones. Hay 3.230.700 personas en España que se encuentran exentas del síndrome pos vacacional, por la sencilla razón de que están en el paro. A mediados de mes serán bastantes miles más, puesto que se terminan miles de contratos temporales en la Hostelería. Esos más de tres millones de personas, ni sienten hastío, ni estrés, ni decaimiento, ni desánimo, ni cansancio. Eso sí, puede que tengan algún brote de desesperación, sobre todo los que llevan más de un año sin encontrar trabajo. Otros, que tampoco padecen síndrome pos vacacional, son un grupo considerable, que alcanza los 9 millones de personas, y no sienten ninguna tristeza, por la sencilla razón de que están jubilados. Un porcentaje de ellos sanos y con fuerza, algunos con achaques y sabiendo que el horizonte no es infinito.
Añadan unas 180.000 personas que están en una cama de hospital o en su casa, enfermos, pero enfermos de no poder levantarse, o los cerca de 70.000 que se encuentran cumpliendo condena en las cárceles, y que el lunes harán exactamente lo mismo que lo que han venido haciendo las últimas semanas. Y los abandonados por el amor, y los ilusionados por uno nuevo , y los convalecientes, y la gente con sentido común, que no se entristece porque se acaben las vacaciones y haya que volver a trabajar, puesto que, siguiendo esa lógica, al atardecer nos tendríamos todos que echar a llorar, porque se acaba el día y viene la noche.
Me imagino que algún psiquiatra de guardia me enviará un correo echándome la bronca, pero habiendo tanto dolor, tanta miseria, tanta tragedia en el mundo que nos rodea -en el de la puerta de nuestra casa y en el de más allá de las fronteras- que me parece una superficialidad emocional, una flojedad de espíritu, una cobardía frívola, hablar de síndrome pos vacional como si se tratara de un tumor maligno, cuando para millones de personas sería una suerte que el próximo lunes pudieran ir a trabajar.