La historia de Rafa, un niño con TEA que corre con una gran sonrisa en su rostro

Cuando a Yuli y a Rafa les dieron el diagnóstico, a los médicos se les olvidó decir lo difícil que es andar de puntillas. Es muy difícil andar de puntillas y eso no lo describieron los médicos.

Casi nadie lo consigue y Rafa Junior lo hace muy bien. Se les olvidó decir que, mientras el crío corre, se le ilumina la cara. El informe decía que Rafa no sabía cuál era el triángulo y cuál el círculo, pero se les olvidó incluir que aprendió a nadar solo, que se subió a un escenario durante 15 minutos a representar un papel en una obra y que supo hacer todos los pasos. Que se adapta a todo a pesar de tener que hacer un gran esfuerzo.

Que puede saltar más de dos horas seguidas sin inmutarse. Que tiene una capacidad brutal para olvidar las cosas malas, para perdonar. Y que si entra en un supermercado sabe dónde están las patatas fritas, aunque no haya ido nunca a ese supermercado.

Desde que nació Rafa, sus padres tienen siempre algo puesto al fuego. Es una hermosa metáfora de lo pendientes que están del crío. Y a pesar de que nunca pueden perder de vista la cocina, no lo cambiarían por nada.

Rafa no habla. Rafa se manifiesta de otras maneras, de otras formas que sus padres tratan día a día de comprender. Ellos tienen que cuidarse también. Miren, piensen en los aviones.

Piensen en que la mascarilla, antes de ponérsela a los niños, se la tienen que poner los adultos para ayudar a los nenes. Pues así funciona también el espectro autista. Y para ayudar a estas familias, se necesitan más aulas TEA, más especialistas y más auxiliares en nuestras comunidades autónomas. Y todo eso es un trabajo urgente, que no se debe perder de vista. Como el fuego que siempre tienen prendido en la cocina Yuli y Rafa. Ayer fue el Día de la Concienciación sobre el Autismo. Que no se nos olvide el resto del año y abrazo sincero a todos los Yulis y Rafas.