La ilusión de Gay de Liébana de ganar el Gordo termina al conocer lo que se lleva Hacienda

Ese pensamiento desdibujado se entremezcla con la parte ácida del Gordo

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La ilusión de Gay de Liébana de ganar el Gordo termina al conocer lo que se lleva Hacienda

Gay de Liébana

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Cada 22 de diciembre, Pilar, repito mecanismos de una tradicional liturgia. Me despierto con la ilusión de que hoy, sí, es el gran día de mi vida y que esa suerte que año sí año también, me es esquiva, por fin reparará en mí y me veré agraciado con el Gordo de Navidad. Y mi vida cambiará, Pilar. Puedo engrosar la famosa lista Forbes, las entidades financieras me presentarán sus credenciales, ciertos parientes y saludados se acercarán a mí recordándome el infinito aprecio que me profesan… En el intenso ceremonial para festejar la millonada con que me riega el Gordo, reservaré de 13 a 15.30 horas restaurante para celebrarlo, no en loor de multitudes sino en la estricta intimidad de un máximo de 4 personas pertenecientes a un par de burbujas.

Entonces, Pilar, ese pensamiento desdibujado se entremezcla con la parte ácida del Gordo. Si los primeros 40.000 euros están exentos de impuesto, el resto del premio tributa a un gravamen del 20%. Sendas alternativas en mi debate interno, Pilar: si guardo el dinero que me ha tocado, pensando en el futuro, Hacienda me triturará a impuestos: Patrimonio, los rendimientos del dinero en IRPF y, aunque no los cobre al acumularlos en mi patrimonio, también tributan otra vez por Patrimonio. El día que la palme, mis herederos liquidarán el Impuesto sobre Sucesiones. A fin de cuentas, barrunto, será Hacienda quien se acabe beneficiando del señuelo de mi Gordo de Navidad. Así que igual es mejor reventarse todo el dinero del Gordo entonando el carpe diem de vivir al día y derrochar. Despierto del sueño cuando acaba el sorteo. Como cada año me resigno a mi falta de fortuna: con suerte lograré una triste pedrea a modo de consolación. La vida sigue igual y, al menos, sin tanta caterva de impuestos que amargan esta vida terrenal…, aunque si me toca el Gordo, Pilar, ¡qué me quiten lo bailao!.

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