Así es la Lanza de Longinos que hirió a Jesús, obsesionó a Napoleón y que acabó robando Hitler
Javier Sierra ha desvelado parte de la historia de esta pieza histórica en 'Herrera en COPE'
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Cuando pensamos en Viena, probablemente nos viene a la cabeza la Ópera de la ciudad, los palacios de la Emperatriz Sisí o grandes nombres como pueden ser el de Mozart o Beethoven. No obstante, no todo el mundo piensa en ese tipo de cosas. El escritor Javier Sierra va un poco más allá y se sumerge en los secretos de la ciudad. Este martes en 'Herrera en COPE' ha hablado de uno de los secretos que esconde el Palacio Hofburg, en el corazón de Viena.
A día de hoy es la sede de la presidencia de la República, pero antiguamente y durante más de 600 años, ha contado Sierra, vivía la realiza austriaca. Y es que en los bajos del palacio, en la sala de los tesoros de los Habsburgo, se guarda una auténtica joya. Una reliquia. Un objeto de valor incalculable con una historia de lo más espectacular.
Así es la Lanza de Longinos que hirió a Jesús, obsesionó a Napoleón y que acabó robando Hitler
En unas salas iluminadas "parcamente", donde hay objetos de gran valor y joyas de todo tipo... además de la corona imperial de Carlomagno, la de Felipe II, todo tipo de retratos de reyes... en una esquina, en una vitrina, descansa la Lanza de Longinos, una reliquia. La tradición dice que fue la que utilizo un centurión romano de ese nombre para atravesar el costado de Cristo en la cruz y que desde el siglo VIII se convirtió en el talismán de Carlomagno y su descendencia".
Desde entonces, y desde Carlomagno precisamente, aquella lanza fue propiedad de hasta 45 emperadores, entre ellos Federico Barbarroja. "La ambicionó Napoleón Bonaparte y los que se aproximaron a la lanza, tenían la creencia de que el que la poseyera, dominaría el mundo y que en el momento que la lanza se cayera de tus manos, perderías todo", ha contado Javier Sierra.
Y eso fue precisamente lo que le pasó a Carlomagno. "Hay una crónica medieval que dice que camino de Sajonia, tras 47 campañas victoriosas, Carlomagno ve un cometa que pasa por encima de él, el caballo se desboca, se le cae la lanza, queda a seis metros de distancia... y a partir de ahí todo fueron desgracias y el príncipe acaba muriendo", ha relatado el escritor. Una superstición que ha llegado "hasta nuestros Austrias".
De hecho, Carlos V se coronó con esta lanza y cuando le pidió al pintor Tiziano que cuando le retratara "en la batalla de Mühlberg, tiene una lanza... es la lanza de Longinos". Según ha relatado sierra, no se trata de una lanza romana. Data "del siglo VII, VIII". Ha explicado que "es un filo partido por la mitad unido por alambre y revestido por una especie de abrigo de oro donde se dice que es la lanza de Cristo y en el corazón hay un clavo, y ese clavo se supone que es uno de los que se utilizaron en la crucifixión".
De hecho, ha confesado que cuando fue al Palacio Hofburg, le dijeron que el clavo de la lanza "debía ser el de la mano izquierda", porque el de la mano de la derecha estaba en otro relicario.
Hitler y el robo de este objeto histórico
Tanta fue la importancia de esta lanza que incluso Hitler se obsesionó con ella. Tanto que incluso consiguió robarla. Cuando se educó en Viena, iba a los sótanos de aquella sala de los tesoros. "Se quedaba en trance, dicen sus amigos, delante de la lanza y estaba obsesionado de poseerla por aquello de que Carlomagno y todos los emperadores la poseyeron y dominaron el mundo, y él quería dominar el mundo".
Y así fue: el dictador se hizo con ella "cuando en octubre del 38 las tropas nazis invaden Austria". Lo primero que les ordenó fue que fueran al Palacio y la robaran. "Tendrá la lanza de Longinos hasta el final, la escondió en Núremberg y cuando se quitó la vida en Berlín, las tropas del general Patton estaban haciéndose con la lanza de Longinos", ha confesado. Otro dato es que los americanos quisieron quedársela como botín, pero en el año 46 "Eisenhower les obligó a devolverla a Austria".