Barbosa: “La estrategia pasa por escenificar que el PP está dispuesto a llegar a un entendimiento con el PSOE”

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¿Qué tal, buenos días? Saludos de Sergio Barbosa, en nombre de la gente que hace posible 'Herrera en COPE' en este martes 29 de agosto de 2023.

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Escucha el monólogo de Sergio Barbosa en Herrera en COPE

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Habrá otros agostos y habrá otros veranos, pero éste que nos ocupa se nos está yendo de las manos. Y eso se nota en esa persiana del vecino que vuelve a estar levantada, después de semanas a media asta, se nota en los supermercados y se nota en el ámbito político. Porque hoy son varios los gobiernos autonómicos que vuelven a reunirse, después de haberse tomado un descanso veraniego.

Bueno, hoy es un día curioso porque las últimas horas nos han dejado una noticia que, si uno lo piensa bien, no debería ser noticia. Y el hecho de que sea noticia te da una idea del laberinto en el que está la política española y cómo todo se ha enrarecido de una manera que dificulta de una forma dramática cualquier política de Estado o cualquier intento de consenso.

Ha sido aceptar el PSOE que Sánchez se reúna con Feijóo a petición de Feijóo y, oye, ha saltado la gran noticia. “El PP pide una reunión a Sánchez y Sánchez acepta”. Claro, lo triste es que esto sea noticia…

Pero bueno, bien está que, en ese proceso de buscar apoyos de cara a una investidura casi imposible, además de cumplir con el formalismo de llamar a la puerta de los separatistas pues que se ponga el foco en la reunión PP-PSOE.

De hecho, ahora mismo, esa es la reunión que más sentido puede dar al movimiento de Feijóo. Porque en los últimos días se escuchaban muchas voces que acusaban a Feijóo de una cierta indefinición. Ir a la investidura sabiendo que no la vas a ganar, dar a Sánchez un mes adicional para que trate de amarrar la fórmula de la amnistía en lugar de presionarle con el tiempo; ponerte a hablar ahora con Junts cuando criticas a Sánchez por poner a Puigdemont en el foco de la gobernabilidad…

Bueno, pues seguramente, lo más efectivo que puede hacer Feijóo para fortalecer esa idea que se ha propuesto, eso de “voy a demostrar a los españoles que aquí hay una alternativa de gobierno, seria y sensata, para cuando sea menester”. Todo eso pasa por hacer un ofrecimiento serio, fundamentado y solemne al PSOE.

Es decir, la estrategia pasa por escenificar que el PP está dispuesto a llegar a un entendimiento con el PSOE, ahora y en el largo plazo, para sacar a España del chantaje de los extremos y de los separatistas.

De manera que, si al final de todo este camino esto acaba otra vez con Sánchez en La Moncloa, a costa de haber otorgado a Puigdemont una amnistía que humille definitivamente a la democracia española, socave los fundamentos del Estado de Derecho y consagre la desigualdad entre los españoles; pues que, por lo menos, haya quedado en los anales que el Partido Popular trató de que eso no fuera así.

Es decir, que quede constancia, ante la opinión pública española, de que “lo que acabe pasando”, pasó porque así lo quisieron el PSOE y Pedro Sánchez. Y luego ya que la historia ponga a cada uno en su sitio, en función de dónde acabe España como proyecto común.

La estrategia de Sánchez

El problema de esto todos nos podemos imaginar cuál es. Si Feijóo le hace ese planteamiento a Sánchez en esa reunión que mantendrán, pues cuando Feijóo haya terminado su exposición, Sánchez seguramente mirará a Feijóo a los ojos y le preguntará: “O sea, ¿me estás pidiendo que, pudiendo yo gobernar aunque sea a trancas y barrancas con amnistía de por medio, que renuncie esa idea y te deje a ti ser presidente porque fuiste el más votado?”. Y ahí, claro, la risa sardónica de Sánchez se va a escuchar hasta en la Iglesia de Motril donde se ha encerrado ahora la madre de Rubiales.

Todo lo que plantea Feijóo ahora mismo, por culpa de la aritmética surgida del 23 de julio, no deja de ser un brindis al sol. Por lo menos en el corto plazo, porque Sánchez no va a cambiar ninguna dinámica política frentista, si eso implica que él salga de escena.

Y más desde que se siente respaldado por bastantes millones de españoles, que han demostrado tener una enorme capacidad para que le resbalen según qué cuestiones. El socavamiento del Estado de Derecho, el respeto a la idea de nación, el concepto de igualdad real y no de boquilla entre los españoles…. “uf, qué pereza”.

Sánchez se alimenta de eso, se alimenta de esa dinámica que se ha instalado en la calle. Pero a diferencia de los que creen que Sánchez, con su manera de hacer política, ha “contaminado” entre comillas a los votantes del PSOE, algunos tenemos la sospecha de que en realidad eso no haya sido exactamente así. Que el orden de los factores ha podido ser diferente.

Los votantes del PSOE no han acabado siendo como Sánchez. En realidad, Sánchez sólo ha sido el primer político posmoderno que ha detectado que una parte del electorado ya estaba lo suficientemente invertebrado, desde un punto de vista ideológico y moral, como para aplicar esta política en la que estamos.

El mérito de Sánchez, entre comillas, como animal político, habría sido darse cuenta antes que nadie de que una parte sustancial del electorado ya estaba preparado para un presidente que aunque mintiese, aunque no cumplierá su palabra, aunque cayera en contradicciones y cometiera gravísimos errores legislativos… al final supiese dar al votante invertebrado lo que necesita: un motivo, una idea para votar a los suyos. Ya sea con relato en positivo o con relato en negativo, buscándose un enemigo.

El caso es que el 23 de julio fue la constatación de que Sánchez dio en la tecla cuando se lanzó a la estrategia política que le metió en Moncloa, y que le puede mantener en Moncloa. La dinámica de infantilizar la política y resumir todo en conceptos sencillos, como los buenos y los malos, los que insultan y los que dejan de insultar..

Pilar Alegría, ministra de Educación, diciendo que el PP es muy malo porque ha insultado al PSOE, como si el PSOE no hubiese llamado ultraderechista al PP y a Feijóo no lo hubieran puesto de vago, inútil y no sé cuantas cosas más.

La verdad es que uno esperaría de una ministra de Educación y portavoz de un partido de gobierno un análisis un poco más profundo sobre el ofrecimiento de diálogo del otro gran partido de Estado, que ganó las elecciones. Y, sin embargo, lo que tenemos es eso, el “es que estamos enfadados, porque son malos y se meten con nosotros”.

A todo esto, hay que hacerse una pregunta interesante ¿por qué Sánchez acepta esa entrevista con Feijóo, cuando su idea era mandar a un segundo? Pues seguramente a Sánchez le viene bien, primero para que Feijóo no pueda decir que el secretario general del PSOE ni se molestó en dialogar y, segundo para darle un toque a Puigdemont. Para recordarle que no debe tensar la cuerda más de la cuenta, sino quiere que en un acto de desesperación el PSOE acabe acercándose al PP.

Puigdemont tiene el problema de que, como no le arranque un acuerdo a Sánchez, puede acabar en la cárcel y eso va en beneficio de Sánchez a la hora de negociar.

Pero como Sánchez se pase en las cesiones, Puigdemont quede limpio de polvo y paja y se le ocurra volver a montar otro golpe, el que no va a levantar cabeza en la vida va a ser el PSOE y Sánchez pasaría a la historia como el tolili que amnistió a los separatistas para que luego los separatistas la volvieran a liar.

Y en ese juego de desconfianzas están. Fíjense, Puigdemont lo último que ha exigido a Sánchez es que el referéndum del 1 de octubre sea declarado legal. Y lo malo es que, a día de hoy, no se puede descartar hasta dónde va a llegar el alcance y la profundidad de esa amnistía.

De hecho, uno de los peligros que acechan al Estado de Derecho es la idea perversa que han lanzado desde Sumar. Dice el partido de Yolanda Díaz, que una buena idea sería amnistiar no sólo a todos los golpistas (ya sea en su vertiente sediciosa, malversadora o de violencia callejera) sino que, ya que estamos y somos muy magnánimos, amnistiar también a las fuerzas de seguridad.

Es decir, que la amnistía beneficie también a los agentes que, a raíz de su actuación para detener el hecho delictivo del 1 de octubre, acabaron denunciados e investigados por la justicia, por presunto exceso en el uso de la violencia.

Esto, que lo van a querer vender como algo bueno, como algo que dé a la amnistía una pátina de generosidad y luces largas pensando en el futuro, en realidad es una trampa: porque supone equiparar a las fuerzas de seguridad con los sediciosos. “Todos hicieron cosas malas, pero a todos los perdonamos y pelillos a la mar”.

Y no, no se puede aceptar que un tipo que da un golpe separatista, que decide voluntariamente violar la ley y que roba dinero público sea colocado en el mismo nivel que un agente de las fuerzas de seguridad que está cumpliendo con su deber. Así que ojo con eso, porque no sabemos lo que nos quedará por ver.

Por cierto, Feijóo ha anunciado que, en su ronda de contactos para tratar de escenificar ese esfuerzo por volver a la cultura del consenso, va a hablar también con los presidentes autonómicos. Y ayer en el PP también trataron de aclarar qué se le ha perdido a los populares contactando estos días con Junts per Catalunya, el partido del delincuente fugado Puigdemont.

La dirección del PP, que ha tenido un choque a cuenta de este asunto con el todavía lider de los populares catalanes, Alejandro Fernández, que no lo ha hecho nada mal estos últimos tiempos, insistía ayer en lo obvio: que descartada cualquier cesión en materia de amnistía o autodeterminación, lo que Feijóo quiere ofrecer a la derecha ultranacionalista catalana es hablar de economía, fiscalidad, educación, servicios sociales y sanidad.

El problema es el de siempre, eso funcionaba con la antigua Convergencia, pero Junts ya no está en eso. Junts es hija de la nueva política en la que estamos.

Caso Rubiales

Y miren, deciamos que en la política actual la izquierda se mueve muy cómoda porque su manejo de la agenda es enorme. Sólo hay que ver estos días las estratosféricas dimensiones que ha tomado el caso Rubiales ya con la Fiscalía investigando a Rubiales por agresión sexual a Jenni Hermoso y con la policía yendo a la Iglesia de Motril donde se ha encerrado, en huelga de hambre, la madre del presidente de la Federación Española de Fútbol, denunciando una cacería contra su hijo.

Es todo “de sainete”. En este caso, todo es como aberrante, todo es excesivo. Desde el comportamiento de gañán de Rubiales, que en circunstancias normales debería haber dimitido por el beso no consentido o simplemente por la imagen de primate que dio en el palco tocándose los genitales, asando por la utilización política de la izquierda de este asunto, colocándose otra vez la primera de la mani feminista de ayer, después de haber beneficiado a más de mil violadores y haber dejado tiradas a las niñas tutelabas de Valencia y Baleares que fueron prostituidas, hasta llegar a la casi beatificación feminista de Jenni Hermoso. Que nadie duda de que lo haya pasado mal con ese beso y que, en función de la ley, ahora deberá decidir si acepta el ofrecimiento de la Fiscalía para que se persone como acusación particular en el caso Rubiales.

Pero no deja de ser chocante que de igual manera que es una pena que el beso de Rubiales ofuscara el triunfo deportivo de nuestras futbolistas, también sentimos mucha pena por las mujeres que están sufriendo en silencio el dolor y la humillación de la Ley del sólo sí es sí, sin que la izquierda se acuerde de ellas.

Estos días, mientras “todos somos JenniI” por el beso no consentido que tuvo que sufrir Jenni, y que no tuvo que ser plato de buen gusto, nos estamos olvidando, por ejemplo, de la chica menor de edad que ha visto en las últimas horas como el Supremo ha rebajado la pena a sus violadores por culpa del solo sí es sí.

Una joven que acudió a la casa de un hombre en Madrid a cuidar de su bebé, donde ese tipo y su hermano la emborracharon y la violaron. 14 y 7 años de prisión respectivamente, que ahora han sido rebajados a 12 y 6. La humillación para esa joven no está saliendo en ningún medio de comunicación.

Las mujeres perjudicadas por la Ley del solo sí es sí, violadas, agredidas, golpeadas… no tienen el consuelo mediático que sí tiene Jenni Hermoso. Y a todo se le llama agresión, a lo grave y a lo gravísimo, con el cuento de que ahora hemos avanzado por poner el foco en el consentimiento.Cosa que es mentira, porque la ley siempre tuvo en cuenta si hubo o no consentimiento para establecer condenas.

Pero estos días todo es un exceso y todo es un simplificación banal de la realidad.

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