Herrera, sobre la COP26: “No se cuenta la verdad a la gente: para ser más verdes hay que ser más pobres"

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Señoras, señores, me alegro, buenos días.

Celebro saludarles en una mañana de martes que en realidad tiene corazón del lunes. Martes 2 de noviembre metidos ya en los dos últimos meses de este año 2021 que nos deja en el convencimiento de que el 2022 va a ser todavía más incierto de lo que era el 21 pero, a medida que nos acercamos al 22, a medida que subamos esa tapia o alcancemos la colina veremos qué es lo que hay al otro lado y qué es lo que nos puede deparar este nuevo tiempo.

LA CUMBRE DEL CAMBIO CLIMÁTICO: ¿CUENTAN LA VERDAD?

¿Usted se acuerda de lo que dijeron en las cumbres del clima, en la 22, en la 21, en la 20, en la 19 de los acuerdos que tomaron y lo que se ha cumplido de aquellos acuerdos? Seguramente no. Buenos, pues seguramente pasará esta 26 y tampoco se acordará. Esta Cumbre del Clima que sigue buscando la manera de ser más verdes ante un hecho evidente, objetivo, que es el calentamiento del planeta, planeta que hay que enfriar. En lo que no nos ponemos de acuerdo es en qué plazos y cómo lo hacemos y con qué instrumentos, y a quién le pegamos sablazos aprovechando ese instrumento para poner en marcha eso que tanto le gusta a muchos gobiernos que es colocar impuestos.

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Miren, ser más verdes ahora mismo supone en el corto y en el medio plazo una buena parte de la población mundial se enfrente a un cierto nivel de empobrecimiento, esto es así. Y ahora que entre cada uno a valorar si merece la pena o si no merece la pena, que seguramente sí merece la pena. BuenO, lo mismo hay muchos que llegan a la conclusión de que efectivamente el mundo se acaba o que estamos cavando nuestra propia tumba y que habrá que renunciar a ciertos niveles de comodidad. El problema es que los niveles desde los que hay que renunciar a comodidades son muy distintos en muchos lugares del mundo. De unas décadas a esta parte, una serie de países con población gigantesca se han sumado a la vanguardia industrial, ahí tienen a la India, miren cuantos son de personas, a ver si caben, bueno, son muchos; la China ya ni les cuento. Gracias a ese avance industrial han incorporado a millones y millones y millones de personas a eso que se llama la clase media y esa clase media lo habrán notado pues ha incorporado, por ejemplo, al turismo; a las cosas que hacemos otra clase media en el mundo, ya no hay lugar que no esté masificado porque donde antes viajábamos europeos, norteamericanos, algún japonés pues ahora también lo hace los chinos, los indios y los iberoamericanos, que también tienen derecho.

Y esa gente reclama móviles y ordenadores, y mejor ropa, y más comida, y viajar en avión, y viajar en coche, etc, etc. De manera que hemos llegado a la conclusión de que el planeta no soporta que más gente, haga lo que durante décadas solo hacía lo que llamábamos, lo que llamamos Occidente, donde estamos nosotros, mejor o peor colocados. ¿Qué solución hay entonces ahora? Estos países están diciendo, oiga a mí permítame crecer hasta ponerme a su nivel y cuando yo me ponga su nivel no se preocupen que dejo de quemar carbón, pero yo tengo que crecer para poder estar como ustedes y ustedes luego, en fin, es muy fácil desde la cima decisión hay que renunciar todos al carbón, es que el carbón es mi progreso y dice claro pero también es tu condena. Y en ese equilibrio difícil estamos.

Claro que las energías renovables son la solución, sí, sí. Un mundo que sepa basarse en el motor de hidrógeno, en las placas solares, en los molinos de viento… Eso será muy sostenible pero la tecnología todavía no nos permite, no nos permite, que eso sea suficiente. Nos hacen falta más cosas. Que indudablemente llegará un día dentro de 50 años, 40, 30, 80 es que no lo sé que la tecnología permita que con un solo molinillo se alimente Valencia, pues claro. Y entonces se acabó el problema. ¿Pero es que llegaremos a tiempo? O sea el dilema en el que debemos enmarcar toda esta nueva filosofía de la ralentización, es ese. Es cómo decirle a la gente que debe ser más pobre y que su vida debe ser menos ostentosa, eso es muy poco popular, se han inventado esta nueva filosofía que consiste en convencer al personal que dejar de consumir es guay. La frase triunfa por ahí, dentro de algunos años no tendrás nada y serás feliz, deja el coche y ve en bicicleta y cuando ya la utilices te multamos y te subes a la acera para evitar autobuses, pero sin que hayamos hecho carriles bicis. Deja de comer carne, deja de usar el aire acondicionado, y no compres tanta ropa, cómprala usada y esas cosas y vete a Wallapop.

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Y entre tanto, como decimos, mucho discurso catastrofista, mensaje alarmista como António Guterres secretario general de la ONU. Como sería que hasta Joe Biden se quedó dormido, en modo apagón.

Y el planeta ¿está tan mal como dicen algunos? Hombre, la mano del hombre está acelerando cambios que se suelen producir, por el ascenso, retroceso del mar y todas esas cosas y que suba el nivel del mar pues es evidente porque se come Cádiz; y la falta de lluvias, la desertización, también. Y en todo eso hay una base de verdad, luego seguramente barnizada con un cierto maltusianismo mesiánico, que los hay que llevan desde el siglo XIX diciendo que no habrá comida para todos y comida para todos hay. Al final, el ingenio humano ha ido tapando la boca a todos estos cenizos. Pero el problema de base es que no se está contando la verdad la gente: para ser más verdes hay que ser más pobres.

Sánchez ha anunciado que se compromete que España incrementa el 50% de dinero destinado contra el cambio climático de aquí a 2050. Más dinero es más impuestos y curiosamente, siempre, en el mensaje ecologista los políticos más entusiastas mezclan esa obsesión por igualar a todo el mundo. Ya, saquen ustedes las conclusiones y más cuando los países que más contaminan se toman todo esto con mucha calma.

India no se compromete a emisión cero hasta 2070, que usted y yo estaremos calvos; y China no se ha molestado ni en mandar una delegación a la cumbre, tampoco se compromete hasta 2060. ¿Aguantaremos? ¿No aguantaremos?

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A VUELTAS CON LA REFORMA LABORAL

Y ajora, si quiere hablamos de la reforma laboral de Sánchez, que ha llegado al final del laberinto en el que él mismo se ha metido para comprometer cosas muy distintas a sus socios en España y a la institución europea. A los cuales les ha dicho cosas completamente contrarias y que ahora tiene que decidir si deroga la reforma laboral o simplemente le da algún retoque. Y decidirlo delante de gente que tiene posiciones enfrentadas: Podemos, Esquerra, Bildu, Más País que le exige la derogación total. Pero Bruselas, por otra parte que no va a permitir una reforma contraria a los usos europeos y a la voz de las empresas, y este tipo- Sánchez- manteniendo dos discursos antitéticos a estas alturas. ¿A dónde llegaremos? No lo sé, lo bueno de esto es que las cosas se van viendo a medida que pasan los días. Ahora empiezan a reunirse las dos facciones del Gobierno consigo mismo.

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