Carlos López-Otín: “Somos vulnerables y no somos inmortales”
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Carlos López-Otín es un hombre extremadamente inteligente. Un catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Oviedo, que desarrolla su trabajo en torno al cáncer y el envejecimiento.
Y que trabajaba en silencio y contento hasta que algunas personas quisieron arruinarle la reputación. La ley de Murphy terminaría de rematarlo con una infección en el lugar donde conservaba los ratones para sus investigaciones de más de veinte años. Ahí, empezó el caos.
Necesitaría irse, lejos, donde nadie le hablase, donde no tuviese que escuchar el ruido. Ahí empieza la búsqueda de un nuevo equilibrio, y ahí empieza “La vida en cuatro letras”, un libro que relata esa búsqueda, recluido 28 días, buscando la felicidad, en ese lugar que parece lejos, pero está dentro de cada uno: “desde pequeño he aprendido a alegrarme de la felicidad de los demás”, y en eso consiste buscar un rincón de paz.
La investigación de López-Otín conseguía modificar ratones geneticamente para desarrollar la enfermedad y generar modelos que empezar a curar o mejorar sus tratamientos. Así ha conseguido dar con enfermedades raras, cáncer, y lo único que se resiste es el dolor del alma: “no tenemos la capacidad de medir el dolor humano”.
Sabe de buena tinta que “no somos vulnerables ni inmortales”, pero que trabajar es la única clave para la investigación. “Cada adversidad es una lección de humanidad” y nada mejor que un científico, con grandes dosis de ella, para curarnos en un futuro.