Herrera inicia la Semana Santa a golpe de pregón
Herrera recita el Viernes de Dolores unos versos obra del pregonero sevillano de este año Alberto García Reyes
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Carlos Herrera ha recordado en este Viernes de Dolores diferentes extractos del pregón que pronunció este año el periodista Alberto García Reyes en Sevilla, en el que por primera vez, se recitaron soleares al compás de una guitarra.
Señora, déjeme oír
la venia en este palquillo,
que el viento quiere esculpir
el golpe de ese martillo,
capataz del camarín
que le exclama a la cuadrilla
como grita el almuecín
rezando su tonadilla
en la torre andalusí:
arriba las mariquillas
y el encaje de organdí,
que se caigan las horquillas
de la Virgen al pretil,
ya vienen las zancadillas
al que vale un potosí,
ya lo pasan a cuchilla,
lo rajan sin bisturí,
lo venden por calderilla,
lo llevan a un cuchitril
y lo ponen de rodillas
para una muerte tan vil.
Déjeme paso, Sevilla,
quite de en medio este atril,
que esta guerra está vencida,
hay Paz en el Porvenir.
Ya está la hora cumplida,
ya comienza este trajín,
Cristo se acerca entre vivas
para exponer su Buen Fin
y, para entregar su vida,
carga la cruz hasta aquí.
Deje paso, por favor,
que estoy en un sinvivir
y ya los rayos del Sol
alumbran la cicatriz
del que en un corral nació
porque lo quiso parir
una Virgen de la O
en este humilde cahíz.
Deje paso a mi dolor,
que todo pasa en un tris
de aquí a la Resurrección
y le tengo que decir
por la calle, a viva voz,
que si pudiera elegir
hoy también me muero yo
porque aquí somos así:
vamos a muerte con Dios.
Y a la hora de morir,
Él muere en el Salvador
y yo me muero en San Gil.
Ni avanzas asfixiado hacia la muerte,
ni duermes ni despiertas desvelado,
ni el aire en tus pulmones se equivoca.
Ni eres frágil, Señor, ni eres tan fuerte,
ni hay niñas en tu cielo, está nublado,
ni un ay en las barandas de tu boca.
Te juegas tu poder a voz en grito
tirando al río Betis mil monedas:
todo es a cara o cruz y en cruz te hospedas,
en cruz plantando cara al infinito.
Tu lucha cada Viernes es un rito
que nubla en tu retina mis veredas,
y yo me voy, Señor, y tú te quedas,
eterna es tu condena sin delito.
Si no expiras bastante en el Museo
y exponen tu más triste vaticinio,
sufriendo sin respiro y sin ahorro,
mi muerte es tu dolor en su apogeo:
ni puede ya llorar tu Patrocinio,
ni Tú podrás seguirme, mi Cachorro.
Eres más cárcel que cuna,
pero eres mi libertad,
mi mentira y mi verdad,
la prisión de mi fortuna.
Eres el hambre que ayuna,
eres tiempo sin edad,
eres, oh vieja ciudad,
todas mis cruces en una.
Yo soy suelo de serrín,
soy la Trinidad de luto,
de los Olivares fruto
y un cimiento de adoquín.
Tú eres toque de clarín,
tierra amarga y agorera
que da voz a mi ronquera
para llamar al motín.
Tú mi dueña, yo tu esclavo,
tú eres aire, yo pulmón,
tú silencio, yo oración,
tú mi cruz y yo tu clavo.
Tú mi iglesia, yo tu fiel,
tú el sagrario, yo el pecado,
tú el perdón, yo el perdonado,
tú mi sangre, yo tu piel.
Tú el rocío de mi aurora,
blanca flor de mi semilla,
canto romo de la hojilla
donde ayer siempre es ahora,
y yo escritura sencilla
de tu palabra deudora
que ante tus versos se humilla.
Tú eres mi amor posesivo,
el oro de mi alianza
y ese soplo de Esperanza
del que siempre soy Cautivo.
Eres la que manda en mí,
en mi conciencia la única
y en mi deber una túnica
con pálpito carmesí.
Yo soy tiro sin cañón
para una bola de cera
que duerme en mi cabecera
y me apunta al corazón.
Tú eres mi letal veneno,
la que me quita la vida,
y yo en mi cobarde huida
siempre soy tu nazareno.
Tú eres el cielo en mi altillo
y Dios mismo en San Lorenzo,
yo soy un humilde lienzo
y tú el pincel de Murillo.
Yo Sentencia, tú justicia,
yo el macero, tú la maza,
yo soy el papel de estraza
donde escribes tu noticia.
Soy en tu puerta indigente,
la oscuridad abriendo hueco,
y tú el abismo de un eco
que dice "venga de frente".
Yo soy siempre tu rehén,
tú eres mi celda y mi edén
y mi boca misionera.
Eres mi adentro y mi afuera,
eres mi cómo y mi quién,
tierra final y primera
que enterrará con desdén
el alma de mi quimera,
mi origen, mi último tren,
lo que perdí, quien me espera,
reloj parado en mi andén,
donde nací y donde muera,
mi principio y mi huesera,
mis alas y mi sostén,
mi destierro y mi bandera,
mi amada y mi carcelera,
mi Calvario y mi Belén,
y ante Dios, cuando Dios quiera,
mis dos palabras postreras
serán Sevilla y amén.