Mirar de frente al desafío migratorio de nuestros días es darse cuenta de la necesidad de acogida

Vuelve a escuchar el monólogo de Irene Pozo en La Linterna de la Iglesia

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Se acerca el Día Internacional de la Vida. Una Jornada que celebra especialmente la Iglesia. El próximo martes, 25 de marzo, estamos invitados a abrazar la vida y construir esperanza.

Dos días antes, el próximo domingo, las calles del centro de Madrid se llenarán de nuevo de color verde, verde esperanza, para acoger la marcha Si a la Vida que organizan las más de 500 organizaciones agrupadas en esta plataforma.

Un SI A LA VIDA en mayúsculas, que nunca nos cansaremos de gritar, pero que también tiene mucho que ver con la acogida de los migrantes.

Estos días hemos visto como el Consejo de Ministros aprobaba la reforma de la Ley de Extranjería para el reparto de menores migrantes, algo que sin duda llama la atención por la formas nada justas en que se llevaría a cabo. Pero, lejos de entrar en cuestiones políticas, lo que más me sorprende, y en cierto modo me duele, es ver cómo somos capaces de convertir vidas humanas en mera mercancía.

Esto no significa que no haya que llevar a cabo ese reparto, vaya por delante que a mi me gusta más llamarlo acogida pero, es cierto, que Canarias no puede más. Es algo que viene pidiendo desde hace mucho tiempo la propia Iglesia Católica consciente del problema que supone. Soluciones… sí, pero que tengan en cuenta la dignidad de la persona ¿por qué una vida vale más que otra?

Estamos ante un problema social y humanitario que una y otra vez se utiliza como instrumento político sin pararnos a pensar más allá. Verás, la migración es un fenómeno que ha existido siempre, lo que pasa es que en el contexto actual, parece que luchamos contra la persona y no contra las causas que producen esta situación. ¿Qué hay detrás de la movilidad humana? Estamos ante uno de los retos más importantes de nuestro tiempo.

Mirar de frente al desafío migratorio de nuestros días es darse cuenta de la necesidad de acogida, pero también de las causas de las migraciones forzosas.

Estamos ante un momento crítico donde toca abrir la puerta al encuentro. Hay que actuar, pero con respeto, coherencia y justicia. Por eso la Iglesia pide un pacto de estado que promueva un reparto justo y equitativo de los migrantes en España, porque eso permitiría que se respeten estos principios. Un pacto que además, garantice la integración de estas personas.

Sin duda, acabar con la crisis de la indiferencia y construir un futuro junto a ellos es toda una oportunidad para fortalecer nuestra sociedad.

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