Jóvenes en misión que tocan las llagas del mundo en sus vacaciones: "Han vencido a sus comodidades"

Mario Alcudia reflexiona en 'La Linterna de la Iglesia' sobre los jóvenes que invierten sus días de descanso y playa en atender los que viven en situaciones de pobreza extrema

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Jóvenes en misión que tocan las llagas del mundo en sus vacaciones: "Han vencido a sus comodidades"

Redacción Religión

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Miles de jóvenes, en y por todo el mundo, participan estos días en experiencias de misión. Algunos a tierras cercanas, otros a lugares más lejanos, pero todas igual de importantes. Uno de esos ejemplos lo leía esta semana: un grupo 17 de chicos y chicas de una parroquia madrileña están participando hasta finales de este mes de julio en una experiencia con las Misioneras de la Caridad en Calcuta.

Relataba una de las jóvenes que estudia Enfermería como hasta que no ha llegado allí, no ha sido plenamente consciente de la situación extrema que viven en este lugar; no solo por la pobreza, donde impresiona y duele ver a tanta gente que duerme en la calle rodeada de basura, con enfermedades, niños pequeños que no tienen nada para comer y la suciedad que hay por todas partes. Se refería a lo mucho que remueve el sufrimiento que se ve detrás de los ojos de estas personas.

Sara, que es así como se llama esta chica, es consciente de que en tan poco tiempo no podrán solucionar la vida de esta gente pero sí que experimentan ya lo que decía Santa Madre Teresa de Calcuta, lo importante que es poner la gota en el océano. Estos jóvenes experimentan que es a Cristo a quien llevan con y en cada una de sus acciones y gestos.

Quizá estos chicos podrían haber cambiado estas casi tres semanas por un descanso absoluto, un merecido verano que es como solemos denominarlo; pero, sin embargo, ellos han renunciado a esa comodidad para entregar su vida a quienes más lo necesitan.

Durante estos días están comprendiendo la importancia de ser buena noticia. Y, como ya se aprecia en su relato, volverán con el corazón tocado, habiendo vivido y experimentado en primera persona el drama que supone lo que el Papa denomina el riesgo del descarte, la globalización de la indiferencia.

Estos chavales han sentido esa llamada a testimoniar la fe con la propia vida; se han convertido en evangelizadores. Para muchos es, de hecho, su primera experiencia misionera y la verdad, a buen seguro, no habrían imaginado ni por asomo, vivir con tanta intensidad estar en medio de los pobres, de los necesitados, de esos que habla el Señor y que protagonizan tantas páginas del Evangelio.

Cuentan en ese diario que van escribiendo estos días, que releerán, meditarán y estoy casi seguro, rezarán a su vuelta, están experimentando lo feliz que se puede llegar ser con muy poco. Dicen que a unos les basta que le den la mano y a otros una sonrisa. Pequeños gestos, que aquí pueden parecernos insignificantes pero que para estas personas son la expresión más grande y hermosa.

Desde luego queda claro que se trata de una propuesta a contracorriente de la sociedad. Pero es que la propagación de la fe exige corazones abiertos, dilatados por el amor, como dice Francisco.

Para estos chicos son días de contemplar al Dios de la vida en medio del dolor y del sufrimiento. Una experiencia que, ya como te contaba, está cambiando sus vidas. Durante estos días han optado por dejar de mirarse a sí mismos, han vencido sus egoísmos, miedos y comodidades para estar junto al que sufre necesidad.

Es hermoso, muy hermoso ver este rostro joven de la Iglesia en misión por todo el mundo en estos días de verano que han dejado a un lado su comodidad para con su vida hacer llegar a las periferias del mundo la luz que brota del Evangelio.

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