Diego Garrocho: "Me pregunto si estaríamos dispuestos a delegar en las familias el consumo del alcohol o el acceso al tabaco"
El profesor de Filosofía reflexiona sobre la aprobación del Consejo de Ministros de retrasar el uso de teléfonos móviles inteligentes hasta los 16 años en menores
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¿Debemos legislar el acceso de los menores a las redes sociales? Hagamos un experimento. Imaginemos que hubiéramos comenzado a ver pornografía con 8 años. Que nuestra alfabetización, afectiva y sexual, hubiera dependido de lo que puede encontrarse en las redes. Pensemos qué relación tendríamos con nuestro cuerpo y con el de las personas con las que hemos interactuado. Cómo habríamos construido nuestro deseo y hasta nuestra paciencia.
La Agencia Española de Protección de Datos sitúa en torno de los 8 años de edad el acceso a los contenidos pornográficos en España, por lo que este experimento mental momentáneo reproduce una experiencia real para muchos menores en nuestro país.
Más allá de la pornografía, pensemos de qué manera las pantallas han afectado a nuestra vida como adultos. En qué forma nuestra capacidad de concentrarnos, para observar el mundo o para mantener un diálogo interior se ha visto modificada por la tecnología. Intenten recordar cuánto tiempo hace de su último paseo sin estímulos tecnológicos o del último viaje en el metro en el que se acompañaron de un libro o de un periódico en papel.
smartphone, ¿desde qué edad?
El Gobierno encargó en enero un informe a un comité de expertos sobre el uso de nuevas tecnologías en los menores y hoy lo ha aprobado el Consejo de Ministros. En este estudio se desaconseja exponer a los menores de 3 años a pantallas y propone retrasar el uso de los teléfonos llamados inteligentes hasta los 16 años. Urgen también a etiquetar los productos tecnológicos, advirtiendo de sus riesgos.
Durante años, incluso en los ámbitos educativos, se ha incentivado el uso de pantallas y de nuevas tecnologías y nos lanzamos a preconizar los supuestos beneficios de la innovación digital de una manera absurdamente mesiánica. Ahora empezamos a darnos cuenta de que aquella idolatría desnortada está impactando sobre la vida de nuestros menores.
¿deberían controlarlo las familias?
En Australia hace unos días el Senado prohibió el uso de redes sociales a menores de 16 años y soy consciente de que los liberales insistirán en que son las familias las que deben educar a los más jóvenes, pero me pregunto si también estaríamos dispuestos a delegar en las familias el consumo del alcohol o el acceso al tabaco.
No tengo una opinión definitiva, lo reconozco, pero sí sé que las estadísticas establecen una relación directa entre la salud mental y el uso de las redes sociales entre los menores. Sumemos esfuerzo y atención para construir un debate realista a este respecto. Este es uno de los temas de nuestro tiempo y es, por cierto, algo en lo que conservadores y progresistas podrían llegar perfectamente a un acuerdo razonable.