Una enfermera italiana se lleva un aplauso por haber cumplido la última voluntad de una paciente
Julio César Herrero ensalza una historia que ha tenido lugar en Turín, plasmada en una carta desgarradora
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A una enfermera italiana que no conozco, salvo por lo que ha contado Ángel Gómez Fuentes en ABC. Yo no tengo tiempo para tanto desgarro. Estos son algunos pasajes.
“Entras en la habitación y la paciente está consciente. Te pregunta ‘Amor, ¿eres mamá?’. ‘Sí’. ‘Entonces, puedes entender lo que siento’. ‘Puedo intentarlo, te escucho’, le dice la enfermera. ‘Tengo cuatro hijos, siempre han estado muy pegados a mí. Una relación bellísima. También porque les he hecho de madre y de padre. Fui viuda desde joven. No tengo miedo a morir: sólo desearía no sufrir’.
‘Pero el otro día uno de mis hijos vino a visitarme y no le dejaron entrar. No he podido ver a mis nietos, nuera… Nadie. No he podido decirles cuánto los amo’. ‘Pero llámalos por teléfono y se lo dices’, responde la enfermera. ‘Sí, pero no es lo mismo’, contesta la paciente.
Mientras habla con uno de sus hijos, llega el médico. Le pasa el móvil y le dice a uno de los hijos que está crítica y tendrá que ser intubada. El hijo pide ir a verla para un último saludo, pero ya no es posible. La señora llora desesperadamente mientras todavía está hablando por teléfono con su hijo.
Mientras habla, me mira, como si quisiera preguntarme algo. ‘No sólo eres enfermera, eres madre, hija’. Le pides que te dé el teléfono y le dices a su hijo que se reúna con sus hermanos. Y que te llamen a tu móvil personal. No pasa ni una hora y le llaman. Los cuatro hijos allí, la paciente no lo esperaba y está feliz.
Ella se fatiga, pero realmente no tiene ganas de cortar: mejor que la decisión sea de ellos. La llamada dura media hora. Tienes el corazón partido en mil pedazos. Ella coge tu mano y te dice: ‘Gracias, cuidaré de ti por lo que has hecho’. Y luchas por no llorar: la paciente se apaga.
Decides salir y dejar el resto a los colegas. Y ves que la rocían con desinfectante, la envuelven en una sábana y la llevan a la morgue”.
Creo que haber cumplido la última voluntad de una persona se merece un aplauso.