100 años del Tratado de Versalles
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Era un tratado para acabar con las guerras. Pero acabo siendo la incubadora perfecta del segundo conflicto mundial del siglo XX: El tratado de Versalles. Tras cuatro años de lucha los Francia, Gran Bretaña, Italia, Estados Unidos y sus aliados se habían logrado imponer -a duras penas- a los llamados Imperios Centrales: Austria y Alemania. En el camino quedaba enterrada la Rusia de los Zares. La Unión Soviética se configuraba ya en e horizonte como signo de tiempos realmente oscuros.
Los vencedores oscilaron entre la paz de concordia que promulgaba el presidente americano Wilson, y las ansias de revancha de Francia. Llevaba rumiando ese deseo desde la unificación alemana, cincuenta años antes. En el computo general, se impusieron las tesis de los segundos. Alemania fue desposeída de su poder militar, y las indemnizaciones de guerra que debía pagar equivalían a 100.000 toneladas de oro. Perdía una parte importante de su territorio, y quedaba dividida en dos. Lo más grave: Alemania -solo un convidado de piedra en las negociaciones- debía reconocer su culpabilidad por el estallido de la guerra. Una humillación en toda regla que sentaba las bases para un futuro poco prometedor.
Es cierto que el Tratado sentaba las bases de la Sociedad de Naciones. El primer gran intento de una organización internacional global para mantener la paz. Es el antecedente de las Naciones Unidas que ven la luz al final de II Guerra Mundial. Pero el Tratado ha pasado a la historia como la puerta que permitió a Hitler y sus seguidores apoderarse del corazón de los alemanes. La humillación extrema a la fue sometida la que hasta antes de la Guerra era la potencia más pujante del continente sembró la semilla cuyo terror ni los más agoreros podían imaginar.
Cien años más tarde, Versalles sigue siendo un ejemplo de como no hacer la paz.