Expósito: "Con la estanflación entramos inexorablemente en uno de los peores escenarios económicos posibles"

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Terminamos semana con otra crisis política en España, con una pedazo de crisis económica, con Putin amenazando al mundo entero y recordando los 40 años de aquella victoria de Felipe González.

Por partes:

Yo me pregunto intrigado: ¿Hay alguien en España (además de Begoña Gómez) que se fíe de Pedro Sánchez? ¿Tenía alguna duda Alberto Núñez Feijóo de que Sánchez se la iba a clavar con la reforma del Poder Judicial? Es más, excepto Bolaños, ¿algún o alguna miembro del Consejo de ministros se fía del jefe?

Lo último, la ruptura de negociaciones para renovar el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional (que es lo que les importa). El motivo: Mientras se cerraba el pacto entre el Gobierno y el PP, el mismo Gobierno cerraba otro pacto con Esquerra Republicana para reformar la sedición en el Código Penal.

El tema se le escapó a la ministra de Hacienda en la tribuna del Congreso, Rufián mordió presa y el PP se quedó con el culo al aire. Insisto, ¿alguien tenía alguna duda de que Sánchez o Bolaños estaban jugando a los trileros? Mira la bolita, dónde está la bolita, coge la bolita... Sánchez moviendo el cubilete, la Montero haciendo de gancho, el Parlamento alrededor del puesto y las víctimas cayendo en el timo.

El siguiente paso (ya lo dijo Otegui), aprobar los presupuestos, vender lo que sea para intentar seguir en Moncloa otros cuatro años más y, luego, recibir a Puigdemont en Torrejón como si fuera los Beatles y a Marta Rovira (procedente de Suiza, ¡Viva la revolución!) como si fuera Mandela.

En clave económica, el diagnóstico de la economía española es: Estanflación.

Es decir, alta inflación coexistiendo con mucho paro. En 1965, el ministro de Finanzas británico, Ian McLeod, mezcló los términos estancamiento e inflación en un discurso en el Parlamento. "Ahora tenemos lo peor de ambos mundos: inflación por un lado y estancamiento por otro", dijo. Y lo clavó.

A partir de ahí, cuando el PIB entra en recesión (con el consiguiente aumento del desempleo) y la inflación es alta, nos metemos inexorablemente en uno de los peores escenarios económicos posibles.

Y en esas estamos. Y con este Gobierno

Y con este panorama mundial. En este sentido, me detengo un minuto en lo dicho por Putin, el psicópata aplaudido por la ultraderecha europea y nuestra ultraizquierda, que ayer escupió esto:

«La próxima será probablemente la década más peligrosa, impredecible y, al mismo tiempo, importante desde el final de la Segunda Guerra Mundial». Y lo dijo públicamente ante los miembros del Club de Discusión Valday.

Lo primero: "Club de Discusión" con Putin. Al que se le ocurra discutirle algo a esta bestia lo tiran por la ventana. Y segundo: Putin tiene razón.

Cuando dice que los próximos 10 años serán los más peligrosos tiene toda la razón. Lo que no dice es que esta década será impredecible por su maldita culpa. Por su psicopatía, su mezcla de nazismo y estalinismo.

La próxima década (y el presente) son muy peligrosos por los populismos de ultraizquierda, de ultraderecha, por los nacionalismos paletos y por errores de estrategia energética como el de Alemania.

O sea, el peligro son Putin y sus amigotes.

Y mi posdata: Hoy se cumplen 40 años de la victoria de Felipe González... aquel 28 de octubre de 1982. Aquel día yo voté por primera vez en mi vida.

Más allá de los recuerdos y de los panegíricos, de los homenajes, las invitaciones y los campeones del cinismo, conviene recordar que Felipe es elogiado, añorado y aplaudido en función de lo que vino después en el PSOE.

Felipe acabó como acabó con Roldán, Filesa, los GAL, el BOE... pero es que luego vino Zapatero. Y tras Zapatero, su Sanchidad. Y ante Zapatero, Pedro Sánchez, María Jesús Montero, Patxi López, Bolaños o José Luis Ábalos, antes esta tropa, Felipe González y Alfonso Guerra son Churchill.

El problema para el PSOE tras estos 40 años no es el recuerdo. No. Es la comparación de Felipe con Zapatero y Sánchez.