Jorge Bustos: "El chavismo quiere morir matando, pero el momento es ahora"
El presentador de La Linterna analiza la situación en Venezuela a horas de una manifestación masiva en más de 300 ciudades
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Un grito de libertad calienta ya las gargantas de todos los demócratas del mundo que mañana están convocados en 300 ciudades para pedir la libertad del pueblo venezolano. Ese pueblo ya pidió libertad donde debía hacerlo: en las urnas. Pero un régimen criminal de extrema izquierda ha secuestrado sus votos, igual que secuestra y tortura a los opositores políticos, cuando no los tirotea directamente en plena calle. La represión ya se ha cobrado 24 vidas y hay más de 2.400 detenidos desde el día de las elecciones, entre ellos más de un centenar de menores.
Nadie puede descartar que mañana se produzcan nuevos episodios de violencia represiva por parte del régimen de Nicolás Maduro contra los manifestantes, empezando por los líderes democráticos -y vencedores aritméticos de las elecciones- que han convocado la gran marcha: María Corina Machado y Edmundo González. Su coraje inspira hoy a los demócratas de todo el planeta. Y puesto que Maduro es aliado de Putin, de China y de Irán, podemos decir que la gran batalla por la libertad mundial se libra hoy en Venezuela.
No fueron unas elecciones justas. El régimen inhabilitó a la candidata opositora y después impidió a votar a más de cuatro millones de venezolanos que tenían ese derecho. En la jornada electoral Maduro envió a sus milicias callejeras para atemorizar a los votantes. Pero nada de eso surtió efecto.
Pobres y ricos (si es que queda algún rico), habitantes de la ciudad y del campo, ciudadanos que jamás creyeron en la estafa de la revolución y otros que sí lo hicieron hasta que la naturaleza perversa del comunismo volvió a manifestarse una vez más, con su consabido cortejo de ruina, cainismo, tortura y muerte. ¿Cuántos experimentos más hacen falta para condenar de una vez por todas esa ideología criminal? Como cantaba Bob Dylan, ¿cuántas orejas debe tener un hombre antes de que pueda oír llorar a la gente? ¿Cuántas muertes serán necesarias hasta que comprenda que ya han muerto demasiados? ¿Cuántas?
Por desgracia, la respuesta no está flotando en el viento. La respuesta la tienen demasiados progresistas -así se llaman todavía a sí mismos- que se muestran muy comprensivos con la tiranía cuando el tirano en cuestión es de los suyos. A esta hora seguimos muy pendientes de la inexplicable desaparición de un hombre. De un político español. De un socialista que presidió el Gobierno de nuestra nación durante dos legislaturas y fue secretario general de un partido socialdemócrata europeo, llamado PSOE. Tiene 64 años, ojos azules, pelo canoso y cejas circunflejas.
Responde al nombre de José Luis Rodríguez Zapatero y continúa en paradero moral desconocido desde que en la noche del pasado 28 de julio el dictador venezolano robó las elecciones en su país bajo la atenta mirada de nuestro desaparecido. Nadie estaba tan cerca de la jugada como él. Sobre todo porque a la mayoría de los observadores internacionales el dictador los había expulsado del país. A Zapatero le dejó quedarse porque tiene una excelente relación con él. Es su amigo. Y será su cómplice mientras no abra la boca para defender la voluntad expresada en las urnas del pueblo oprimido.
Entretanto surgen ocurrencias dignas de lástima, por decirlo suavemente. El presidente brasileño ha pasado de criticar a Maduro antes de los comicios por haber amenazado con un “baño de sangre” a proponer ahora una “repetición electoral”. O incluso un “gobierno de concentración” formado a pachas por el chavismo y la oposición. Mira, esto es como proponer una gestión conjunta del gueto de Varsovia entre las SS y los judíos.
No, señor Lula: el pueblo venezolano ya votó. Ya echó al dictador en las urnas. Hubo otro dictador, Pinochet, que perdió el referéndum que había convocado y se fue. Y por cierto, hasta la fecha el presidente de ese país, Chile, ha sido el único líder de la izquierda latinoamericana que se ha comportado como un demócrata decente, desaprobando con rotundidad el pucherazo chavista. Nuestros respetos a Gabriel Boric.
Pero mejor haría la comunidad internacional, empezando por Estados Unidos y la Unión Europea, en negociar una salida del sátrapa aunque sea al precio de su impunidad personal y la de su camarilla de generales corruptos. Que se vaya a Panamá, o a Moscú o a Sanghái con la cirugía estética hecha. Pero que deje vivir de una vez a los venezolanos que quieren ser libres y reconstruir su país.
Mañana ese grito de libertad también se oirá en Madrid exactamente a esta hora, a partir de las ocho de la tarde. Nuestra nación se ha convertido en destino principal de la diáspora que ya se cifra en más de ocho millones de exiliados. Se calcula que cerca de 240 venezolanos llegan cada día a España: 240 cada día, que huyen del terror, de la miseria y de la mentira del chavismo. El chavismo quiere morir matando. Pero que nadie se engañe: el momento es ahora. El régimen está más débil que nunca y la oposición está más fuerte que nunca. Y su sueño de una transición democrática se hará realidad en la medida en que la comunidad internacional continúe apoyando sin desmayo a María Corina y a Edmundo.
Adelante, venezolanos. Nuestra voz, desde Madrid, está con vosotros.