José María Tojeira, jesuita, recuerda cómo vivió el asesinato de Ellacuría en El Salvador
Ángel Expósito cuenta la sentencia que condena a 133 años de cárcel al excoronel Montano por el asesinato de Ellacuría y los jesuitas de El Salvador
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Era la madrugada del 16 de noviembre de 1989. José María Tojeira, jesuita, dormía en su casa, dentro de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas en El Salvador. Estaban en guerra, pero nadie se esperaba que los escuadrones de la muerte llegasen tan lejos que les tocase vivirlo tan de cerca. A José María le despertaron unos disparos que provenían de la casa donde vivían Ignacio Ellacuría, otro jesuíta español, filósofo, pensador y referente de la lucha por la paz en ese país centroamericano. Estaba solo a cuarenta metros de la suya y vivía junto a otros sacerdotes.
José María acompañó al pobre hombre. En el suelo yacían Ignacio Ellacuría, otros cinco jesuítas, la cocinera, Julia Elba y su hija, Celina Ramos, de solo 15 años. Estaban rodeados de casquetes. No cabía duda, había sido el ejército.
31 años después del asesinato de Ignacio Ellacuría y otros jesuitas en El Salvador se ha hecho justicia. La Audiencia Nacional ha condenado al excoronel Inocente Orlando Montano a 133 años y tres meses de cárcel
Los magistrados han concluido hoy que los ocho asesinatos fueron "urdidos, planeados, acordados y ordenados por los miembros del alto mando de las Fuerzas Armadas". Ha sido una sentencia histórica.
En la Universidad han acogido con alegría la sentencia. Lamentan eso sí que el proceso judicial en El Salvador esté totalmente parado. De todas formas reconocen que este paso es fundamental para que se reconozca "la verdad de los hechos". Te recuerdo 133 años de cárcel para el excoronel Montano por el asesinato de los jesuitas en El Salvador en 1989.
Los jesuitas buscaban una solución pacífica en un país en plena tensión social
El grupo de misioneros jesuitas de la UCA, atentos a la realidad salvadoreña y con una profunda reflexión teológica, se habían destacado por promover una solución pacífica al conflicto armado salvadoreño y por denunciar las injusticias sociales hacia los grupos mayoritarios del país centroamericano. Por su liderazgo espiritual a favor del pueblo y su voz de denuncia, resultaban incómodos para el poder político y militar de la época.
La UCA iba a cumplir veinticinco años de vida en 1990. El equipo de jesuitas que la dirigía era muy unido. Lograron hacer crecer la Universidad, siendo una de las más importantes en Centroamérica. En ella se encarnaba su amor y entrega. El rector, Padre Ignacio, afligido por los actos terroristas, aceptó la solicitud del gobierno de colaborar como mediador, criticó la ofensiva guerrillera y reafirmó su confianza en la negociación.