Una joven filipina vuelve de Barcelona y la petición de su padre antes de morir cambia la vida a toda la isla

Anna regresó hace 16 años a la Isla de Negros y nunca olvidará el consejo que le dio su padre sobre lo que estaba ocurriendo en su tierra natal

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Una joven filipina vuelve de Barcelona y la petición de su padre antes de morir cambia la vida a toda la isla

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Una joven de origen filipino regresó hace 16 años a su isla natal después de un tiempo viviendo en Barcelona y la petición que le hizo su padre antes de morir terminó por cambiar la vida de la Isla de Negros. Una historia que contaba Ángel Expósito este jueves en La Linterna y que resume en una palabra: Kalipay. La propia Anna, protagonista de la historia, ha sido la encargada de contarla en los micrófonos de COPE.

La Isla de Negros se encuentra en uno de los archipiélagos de Filipinas. Una de sus lenguas es el Ilongo y la palabra, Kalipay, significa alegría. Para Anna Balcells no había mejor nombre para llamar a su proyecto.

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Anna vuelve de Barcelona y la petición de su padre le cambia la vida

Anna guarda una buena relación con nuestro país. Nació en la isla de Negros, pero se mudó a Barcelona cuando era mayor de edad para continuar sus estudios. Nada más llegar se dio cuenta de la gran diferencia entre un país desarrollado y el suyo. A su vuelta a la Isla , hace ya 16 años, comienza su aventura. Fue el padre de Anna quién le hizo una petición y le dijo que tenía que hacer algo por los pequeños:

“Había demasiados niños sufriendo en la calle. Mi padre me dijo: Anna, lamentablemente este paraíso se está muriendo. Me abrió los ojos sobre algo que no veía, no me daba cuenta, pero que estaba ahí, que en situaciones de pobreza los niños son los que más sufren”, recuerda la protagonista en COPE.

A los dos años de esa conversación, su padre falleció. Y fue en ese momento cuando Ana empezó a ayudar a todo el mundo que lo necesitaba. Primero construyendo casas para gente sin hogar en memoria de su padre. Pero tras acabar este proyecto, empezó a ayudar a los niños. “Un buen día me llamaron pidiendo ayuda porque había varios niños muriéndose de hambre. Allí empecé. No sabía lo que estaba pasando, pero no podía parar, un niño llevó a otro. Empezó por 6, de ahí a 10, 20... La Policía me llamaba pidiéndome ayuda para atender a los niños”, explica Anna a Expósito.

Y fue eso lo que le motivó a construir Kalipay. Su día a día no es muy fácil..., te puedes imaginar. Llegan niños en condiciones muy diferentes..., de todas las edades.

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La historia del niño que conmovió a Anna: “Tenía miedo de lo que le hizo su madre”

Esta asociación tiene permiso del gobierno para tutelar a estos menores que muchos no tienen familia. Anna es prácticamente su madre: “Los niños viven con nosotros. Para empezar, cuando nos lo entregan vienen a vivir con nosotros, han vivido barbaridades y desde el principio ya parezco su madre”. Poco a poco Ana fue haciéndose con un gran equipo con el que cuida a todos estos niños. Ha conformado un auténtico hogar donde les dan todo el calor y el cariño que nunca han recibido. Los niños que llegan lo hacen con muchísimo miedo. Han pasado por cosas muy complicadas y les tienen que enseñar prácticamente todo. Imagínate, Anna les enseña hasta cómo dormir en una cama.

“Lo que más tienen es miedo, soledad y miedo. Cuando ya están con nosotros hay que enseñarles a vivir en una casa y a comer. Viven en una casa con mucho amor y lo más importante es que yo les aseguro que nadie les va a hacer daño”, argumenta.

Lleva ya 16 años en esta asociación y Anna ha visto de todo. Una de las cosas más llamativas que ha vivido es que cuando los niños llegaban, comían tierra del jardín. Habían pasado tantos días sin comer nada, que la tierra les parecía una opción. Estos niños, todos menores, han vivido auténticas miserias. Para Anna hay un caso que le marcó. Uno de los niños que llegó había sufrido agresiones físicas de su madre, que era drogadicta. Anna se encargó de cuidarle, de protegerle, y de ayudarle a superar todo lo que había pasado. Tanto es así que ahora no se separa de ella.

“El niño ha crecido conmigo durante años que no le podíamos ni tocar porque lloraba y gritaba. Tenía tanto miedo de lo que le había hecho su madre... Ahora es un niño cariñoso que está estudiando”, relata en La Linterna.

Y esa es la alegría o Kalipay de Anna. Todos estos años ha visto como niños que estaban viviendo en la miseria más grande, han salido adelante. Han superado el maltrato, el abandono, la pobreza, no tener nada para comer. Ahora muchos son adultos que ayudan y colaboran en la propia asociación que le sacó adelante. Y lo cierto es que Anna no se puede sentir más agradecida, porque aunque es un trabajo duro, es lo que verdaderamente le llena.

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