La universidad de Castilla-La Mancha revela el olvidado caso de un profesor de Toledo en 1955 que 'salvó' a 2.000 personas con una idea

La Linterna rescata la historia de Luis Moreno Nieto, un docente toledano que, hace 70 años, consiguió movilizar a decenas de personas y a gobiernos locales

Varias personas acuden a la Fiesta del Olivo en Toledo en 1958
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Paco Delgado

Madrid - Publicado el

4 min lectura

En 1955 España era un país muy diferente al que es ahora, empezaba a salir del aislamiento internacional gracias a acuerdos con Estados Unidos y esa entrada en la ONU. Además, en las ciudades la vida era dura, pero en el campo el atraso era aún mayor y el analfabetismo era muy importante. 

Fue en ese momento cuando un profesor de Toledo, Luis Moreno Nieto, tuvo una idea que terminaría salvando a miles de niños de la zona. Una historia que ha descubierto Francisco García Martín, historiador y doctor en la Universidad de Castilla-La Mancha.

Carretera provincial de Toledo con tráfico en 1959

EFE

Carretera provincial de Toledo con tráfico en 1959

La idea de un profesor de Toledo

Tanto Luis como el resto de sus compañeros de la provincia acudían a localidades como Vargas o al Monaziz en la provincia de Toledo y así durante más de 10 años consiguieron construir una red de 70 colegios en zonas rurales, como explica el investigador de la universidad manchega en COPE. “Era necesario un servicio para atender a toda esa población de niños y niñas diversos por la provincia que estaban sin escolarizar o simplemente habitar en medio del mundo rural”, señala García Martín. Unos niños que vivían en alquerías, en majadas, en chozas, en fincas, en estaciones de ferrocarriles o aisladas de los pueblos que entonces tenían escuela.

Daban clases a niños de entre 4 y 16 años y por ellos pasaron casi 2.000 jóvenes y hubieran sido más, ya que muchos de ellos se vieron obligados a renunciar a su educación porque tenían obligaciones familiares. “Lo hacían en el momento en que no atendían a las tareas domésticas las chicas y a las labores del campo niños y niñas, labores del campo que iban desde la recolección de la uva o del segar o el ganado”, explica a La Linterna el investigador de la universidad de Castilla-La Mancha. Y es que, además, “el ganado que muchas veces era trashumantes, por eso en las escuelas no se hacía el curso de escolar académico”.

Imagen del Alcázar de Toledo en la década de 1950

EFE

Imagen del Alcázar de Toledo en la década de 1950

Clases en cuadras y pajares

Los dueños de las fincas donde se impartían esas clases también aportaban su granito de arena y todos facilitaban lo que tenían a mano, objetos tan sencillos como pueden ser las silas, que es algo parecido a una pizarra o un mapa de España. Todo ello enseres que se encontraban en casa: “Pajares o cuadras adaptadas, comedores de las casas, cuevas en algún lugar”, apunta el investigador manchego.

Asegura que en ese espacio mínimo se ponían los niños y niñas en los bancos, en las sillas que se disponían. “Hubo pupitres que se crearon para alguna escuela un poco mayor, pero generalmente eran los enseres domésticos”. Los docentes se desplazaban hasta estos lugares de manera voluntaria una vez habían cumplido con su jornada laboral en el centro. Lo hacían con el único ánimo de ayudar en la alfabetización de los niños. Ahora bien, había que cumplir muchas condiciones.

En aquella época, por ejemplo, los chicos y las chicas no estudiaban juntos en el mismo aula. “Se tenía que adaptar no sólo a que fuera unitaria y de diversas edades, a la vez que los docentes también se adaptaban a esos ritmos escolares de las labores domésticas o agrícolas, o adaptaban la enseñanza tanto de números como de letras”. Incluso, subraya, “la enseñanza religiosa la adaptaban a cada lugar”.

Por qué les llamaron los 'motoristas'

Y a estos docentes no se les llamaba motoristas por cualquier cosa. Su particular apariencia surgió porque la Diputación de Toledo contaba con un servicio de motocicletas y prestaba una a quien no contase con un medio de transporte propio. “Los maestros que tenían su propio vehículo, la Diputación les pagaba la gasolina, o en algún caso el kilometraje”.

"Le sirvió para cuando se incorporaron en la inmigración a las ciudades desenvolverse mejor"

Francisco García Martín

Historiador y doctor en la Universidad de Castilla-La Mancha

Viajaban por caminos en general muy mal asfaltados, “o en invierno con barro, con charcos, con condiciones bastante precarias”. La idea fue revolucionaria y solucionó la vida de mucha gente que gracias a estas clases ganó una base sólida con la que poder prosperar.

Cómo 'salvó' a 2.000 niños

Sin embargo, esta bonita experiencia llegó a su fin. ¿Sabes por qué? Pues básicamente por la industrialización. La mecanización del campo hizo que miles de familias emigraran a las ciudades dejando muchos pueblos prácticamente vacíos. Pero hasta que eso pasó, todos los alumnos de este grupo de docentes consiguieron aprender a leer, a escribir, a su mano restar, entre otras cosas, y algunos de ellos incluso superó las expectativas.

“Le sirvió para la vida cotidiana, para cuando se incorporaron en la inmigración a las ciudades desenvolverse mejor”, asegura el investigador. “Sí hay varios casos en que los niños eran muy brillantes y los propios maestros lo proponen para recibir becas y poder acudir a institutos”.

Y es que en la década de los 50, el analfabetismo era un problema importante en España, ya que alcanzaba al 30% de la población. Por eso la labor de Luis Moreno Nieto y su programa de maestros motorizados en Toledo fue tan importante. Este trabajo sirvió para que la gente que emigrase a la ciudad tuviese alguna oportunidad de prosperar, una base a la que ir creciendo. Porque a veces eso es lo único que hace falta, simplemente que te den una oportunidad.

Herrera en COPE

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