Madrid - Publicado el - Actualizado
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Paco Molina salió de su casa en Córdoba pasadas las siete de la tarde del 2 de julio de 2015. Tenía 16 años. Se fue a tomar un refresco con sus amigos a un parque. A las diez y media de la noche mandó un whatsapp a su padre: “Voy a dormir fuera”. A Isidro, su padre, le extrañó que no dijera a casa de quién iba. Le llamó por teléfono y esa fue la última vez que habló con él.
Tras despedirse de sus amigos, uno de ellos le preguntó adónde iba. “He quedado con un colega en un bar del centro” le dijo. Su amigo quiso saber quién era. “No le conoces”, fue la respuesta de Paco. El joven nunca llegó a ese bar. En realidad no se sabe dónde fue, quién se lo llevó, qué le pasó. Y con esa duda que les come el alma llevan sus padres - Isidro y Rosa - desde entonces, dando palos de ciego, buscando sin parar. Igual que la Policía.
Las primeras investigaciones en Córdoba no fueron afortunadas y ahí se perdió mucha información. Algunos testigos aseguran que le vieron subir a un autobús en la estación con destino Madrid. La Policía no pidió las cámaras. Cuando se incorporó la Sección de Homicidios y Desaparecidos de la Unidad Central ya era tarde para eso.
Sus padres no han parado de buscar. Las redes sociales se han convertido en un elemento más en su vida. Esas mismas redes han propiciado que varios desaprensivos hayan intentado aprovecharse de ellos. Vamos a analizar este caso, las novedades, con sus padres y con uno de los investigadores, el Subinspector Carlos Segarra ahora que se acaba de reabrir judicialmente.