LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA
Dan Cooper, el gran misterio de la aviación que el FBI no ha resuelto: Una corbata y 200.000 dólares
En noviembre de 1971, un hombre secuestraba un avión en Estados Unidos. Liberó a los pasajeros y pidió que lo llevaran a México. Saltó del avión en pleno vuelo. Jamás apareció
Sevilla - Publicado el
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Es el mayor misterio de la historia de aviación. Y tuvo lugar el 24 de noviembre de 1971. Ese fin de semana, se celebraba Acción de Gracias en Estados Unidos. En el aeropuerto de Portland, en Oregón, miles de familias viajaban para pasar esos días con la familia. Maletas de un sitio a otro y muchas ganas de llegar a casa.
Un misterioso pasajero
En medio de la multitud, un hombre viaja solo. Traje negro, camisa blanca y corbata. Se acerca al mostrador de la Northwest Orient Airlines con un maletín en la mano. Debe tener unos 40 años. Compra un billete dirección Seattle y paga en efectivo.
Cuando le preguntan su nombre para emitir el billete, responde: Me llamo Dan Cooper. Sube al avión, un Boeing 727, y se sienta solo en la última fila. El vuelo se prevé corto. Durará unos 37 minutos.
Una vez en el aire, llama a la azafata y pide un Bourbon sin hielo. Cuando ella regresa con la bebida, el misterioso pasajero, sin mediar palabra, le entrega una nota doblada y le pide que se siente a su lado. En el papel, la azafata lee aterrorizada: “Llevo una bomba en el maletín”.
Ella se sienta a su lado. Sigue leyendo: “Quiero 200.000 dólares en billetes de 20 y 4 paracaídas. Si me los dais, no os pasará nada”. Entonces, abre el maletín y le enseña a la azafata lo que lleva dentro: una bomba.
200.000 dólares y cuatro paracaídas
El caso sigue siendo un auténtico misterio en Estados Unidos. Más de medio siglo después, el FBI no ha conseguido descifrarlo. Juan Fierro, el corresponsal en Washington de la Cadena COPE, le ha contado a Adolfo Arjona, que el secuestrador pidió 200.000 dólares y unos paracaídas. Aceptaron. Le entregaron el dinero cuando aterrizaron en el destino final, Seattle.
El avión estuvo unas dos horas sobrevolando Seattle porque las autoridades estaban buscando el dinero, y los paracaídas. Cuando le confirman al piloto que tienen el dinero y los paracaídas, aterrizan.
Dan Cooper no llevaba armas ni levantó la voz en ningún momento. Los pasajeros no fueron conscientes de lo que sucedía. El comandante dijo a los pasajeros que no conseguían aterrizar porque había mucho tráfico aéreo. Y los pasajeros lo creyeron. Se enteraron de que el avión había secuestrado, una vez en Seattle.
Una nueva exigencia al comandante
Una vez que los pasajeros son liberados, Cooper retiene a los seis miembros de la tripulación. Quiere que lo lleven a México. Pero el comandante le dice que no tienen mucho combustible. Hacen una escala en Nevada. Y cuando parten de nuevo, Cooper le dice al comandante que vuele bajo, a no más de 10.000 pies, y que vaya lo más despacio posible.
También exige que la puerta trasera del avión permaneciera abierta y la escalerilla baja. El comandante le responde que eso es imposible. Es un riesgo demasiado grande que no puede asumir.
Dan Cooper se queda solo en su asiento situado en la última fila. La tripulación al completo está en la cabina. Pero hay un momento en el que notan que ocurre algo extraño: la presión del aire está disminuyendo. Les cuesta respirar. Parece que se ha despresurizado el avión.
Cuando salen de la cabina, se dan cuenta de que Dan Cooper ya no está dentro de la nave. La puerta trasera está abierta y sólo ha dejado su corbata negra en el asiento. Ni rastro tampoco de los 200.000 dólares.
Ni rastro de Cooper
Esa noche había mucho viento y una tormenta muy grande. Los expertos del FBI, piensan que este hombre no tuvo ninguna posibilidad de sobrevivir a ese salto debido a la altitud y las condiciones meteorológicas.
Empezaron a buscarlo por mar, tierra y aire. Ni rastro. Años más tarde, un niño en una playa del Estado de Washington, encuentra enterrada en la arena, una bolsa con billetes del rescate. Eran 6.000 euros. Nunca más se encontró pista alguna.
En 2023, hubo nuevas pistas. En esa famosa corbata que dejó el pasajero misterioso, se comprobó que tenía restos de titanio y acero inoxidable.
Un investigador logró averiguar de dónde venían esas partículas: de una fundición en Pensilvania que hacía planchas metálicas para la compañía Boeing. Una teoría decía que la persona que secuestró el avión, tenía conocimientos de aeronáutica, y podría ser un trabajador de Boeing.
"Jamás habría hecho eso"
En todos estos años, uno de los sospechosos fue un ingeniero de la compañía. Nunca lo llegaron a acusar. Cuenta Juan Fierro que hay bastantes similitudes entre el retrato robot y la fotografía del sospechoso.
El principal sospechoso ha fallecido. Han entrevistado a sus hijos, y ellos aseguran que su padre era una persona honrada y jamás habría hecho eso. Además, insisten en que no sabía saltar en paracaídas. Hasta donde ellos saben, claro.
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