LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA

Una extraña desaparición, el gusto por llegar tarde o la fobia a las visitas: manías y misterios de escritores célebres

En 'La Noche de Adolfo Arjona' conocemos las curiosas historias personales de algunos de los autores más conocidos de la Literatura universal

Una extraña desaparición, el gusto por llegar tarde o la fobia a las visitas: manías y misterios de escritores célebres

Una extraña desaparición, el gusto por llegar tarde o la fobia a las visitas: manías y misterios de escritores célebres

Carmen Cerbán

Málaga - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Agatha Christie, Charles Dickens, Julio Verne o Lewis Carroll. Son autores de obras tan conocidas en todo el mundo como 'Asesinato en el Orient Express', 'Cuento de Navidad', 'La vuelta al mundo en ochenta días' o 'Alicia en el país de las maravillas'... autores cuyas novelas han sobrevivido al paso del tiempo y que son básicos de la literatura universal.

En 'La Noche de Adolfo Arjona' vamos un paso más allá no para hablar de sus obras, sino de la persona que hay detrás del escritor, en el monográfico dedicado a misterios y excentricidades de escritores célebres.

En 1926, la británica Agatha Christie protagonizó el episodio más misterioso de su vida: estuvo once días desaparecida. Todo comenzó tras una discusión con su marido, una relación de pareja que llevaba tiempo en crisis.

ONCE DÍAS DESAPARECIDA

Tras aquella última pelea, Agatha decidió marcharse de casa en mitad de la madrugada y, a la mañana siguiente, su vehículo apareció bajo un árbol, con algunos de sus objetos personales, pero no había ni rastro de ella. Durante días, la Policía la estuvo buscando hasta que, por casualidad, alguien la reconoció mientras disfrutaba de un retiro en un balneario.

Y cómo es posible que no hubieran dado con ella si no estaba escondida y era un personaje tan popular que su desaparición fue noticia? La respuesta es sencilla: Agatha Christie se había registrado en el hotel con un nombre falso y con el apellido de la amante de su marido.

NI RASTRO DE LA ESCRITORA

José Luis Hernández Garvi, historiador y escritor, autor de 'La desaparición de Agatha Christie y otras historias sobre escritores misteriosos, excéntricos y heterodoxos', le cuenta a Arjona que la investigación en torno a su desaparición “fue impresionante”, por ser un “personaje público, conocidísimo... muy famosa”. Incluso participó “por primera vez un avión de rastreo intentando buscar alguna pista desde el aire”, además de cientos agentes de Policía, miles de voluntarios, perros... que registraron palmo a palmo la campiña inglesa, sin que hubiera ningún rastro de la escritora.

Once días después de la desaparición, un músico del hotel en el que se alojaba la reconoció y avisó a la Policía. Cuando la Policía habló con ella, les dijo que estaba aturdida y que no sabía muy bien cómo había llegado allí.

Agatha Christie siguió cosechando éxitos y reconocimientos por su trayectoria como escritora, entre ellos el de dama comendadora de la Orden del Imperio Británico que le entregó la reina Isabel II. Murió en 1976 a los 85 años, en su cama, rodeada de su familia, dejando como legado obras de las que se han vendido dos millones de ejemplares a lo largo y ancho del mundo.

MANÍAS DE ESCRITORES

Muy pocos conocían que Agatha Christie tenía una especie de amuleto una pequeña figura que un admirador le regaló tras una representación de su obra 'La ratonera'. Se trataba de un pequeño ratón de plata que se convirtió en un auténtico fetiche, siempre iba con ella y sentía la imperiosa necesidad de acariciarlo cuando, por alguna circunstancia, vivía una situación tensa y necesitaba calma, como relatan las páginas de 'Sexo, libros y extravagancias. Historia salvaje de los grandes escritores' escrito por Alberto Zurrón.

En 'La Noche de Adolfo Arjona', el autor revela algunas de las manías y excentricidades de célebres personajes de la Literatura. Por ejemplo, que Truman Capote -autor de 'A sangre fría'- coleccionaba pisapapeles y que Juan Ramón Jiménez coleccionaba papeles.

De Julio Verne -autor de obras tan célebres como 'Veinte mil leguas de viaje submarino'- se sabe que tenía una extraordinaria manía que le impedía escribir a máquina. “Tenía calambres en las manos, además de cierta tirria por la máquina de escribir”, cuenta Zurrón.

PROUST, EL IMPUNTUAL

En el caso de Marcel Proust -cuya novela 'En busca del tiempo perdido' está considerada su obra maestra- siempre llegaba tarde y tiene una explicación. “Era una cuestión de cierta elegancia social, así todos le veían entrar, todos le aclamaban, solía entrar a los sitios vestido con abrigos de piel... y se detenía bastante en su armario” para decidir qué ponerse.

En el repaso que Adolfo Arjona realiza con Alberto Zurrón sobre manías de escritores, recuerdan la que unía a Alejandro Dumas -padre literario de 'Los tres mosqueteros'-, Truman Capote y Ernest Hemingway -autor de 'El viejo y el mar'-: a los tres les encantaba escribir en la cama.

DICKENS Y SU DEFENSA DEL MESMERISMO

En el monográfico de 'La Noche de Adolfo Arjona' dedicado a grandes escritores, cuyas obras son mundialmente conocidas y reconocidas y que tienen historias personales dignas de sus propias novelas... hablamos del británico Charles Dickens.

Dickens se acabó convirtiendo en uno de los escritores británicos más leídos, gracias a obras como 'Oliver Twist', 'David Copperfield' y 'Cuento de Navidad', entre muchas otras.

José Luis Hernández Garvi relata en las páginas de 'La desaparición de Agatha Christie y otras historias sobre escritores misteriosos, excéntricos y heterodoxos' y en los micrófonos de COPE que Mary, su cuñada (la hermana pequeña de su mujer), era su amor platónico. La joven vivía con el matrimonio y “por ella Dickens sentía un amor que iba más allá del fraternal”. Mary murió de forma prematura y “Dickens le dedica a su cuñada un altar en vida, prohibió a su mujer que se tocaran sus cosas, y la recordó siempre con un gran cariño... hasta el punto que su matrimonio hizo aguas a partir de ese momento”.

En este punto de su vida, Dickens recurre al mermerismo, cuya práctica se popularizó en las primeras décadas del siglo XIX, antes de la fiebre por el espiritismo.

El mesmerismo debe su nombre al médico alemán Franz Anton Mesmer y también se le conoce como magnetismo animal. Tiene que ver con la curación a través de la imposición de manos y es antecedente de la hipnosis, con lo que se suele confundir. La práctica del mesmerismo era muy discutida y entre sus defensores estaba Charles Dickens.

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