la noche de arjona

La médium que puso en jaque a la Marina Británica

Helen Duncan, la última bruja de Inglaterra, anunció el hundimiento de un barco tras una sesión de espiritismo

Helen Duncan
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Helen Duncan

Pedro González

Málaga - Publicado el

3 min lectura

Si hacéis una búsqueda en la red poniendo HMS Barham, podrás ver la explosión y el hundimiento de un barco de guerra británico en la Segunda Guerra Mundial. Fue el 25 de noviembre de 1941. Este acorazado inglés fue torpedeado y destruido por un submarino nazi. Los alemanes tuvieron que hacer una alocada inmersión para evitar ser hundidos y poder darse a la fuga sin comprobar si habían terminado con el buque inglés. La Marina de Su Majestad decidió mantener el más absoluto secreto sobre el trágico acontecimiento que sería letal para la maltrecha moral de Inglaterra en aquel momento. 

En una sesión de espiritismo, una médium supuestamente contactó con uno de los 831 marineros muertos en el Barham y narró lo sucedido. El mundo paranormal hizo tambalearse a la inteligencia militar. En La Noche de Arjona te contamos la historia de cómo una presunta bruja puso en jaque a la Marina británica.

enciclopedia oculta

Abrimos la Enciclopedia Oculta de Guillermo Díaz para conocer la historia de Helen Duncan, la última bruja de Inglaterra.

Comencemos por los hechos militares. Hablamos de la Segunda Guerra Mundial y de lo que le pasó al HMS Barham y por qué lo hundieron. “Iban a interceptar a una fuerza italiana, pero un submarino alemán los detecta, le lanza cuatro torpedos y en cuatro minutos se hunde y produce más de 800 muertos”.

El momento moral de Inglaterra en 1941 no era muy bueno y por eso la Marina Británica decide mantener en secreto lo ocurrido.

Es de los pocos casos en que podemos ver filmado el hundimiento y la escalofriante explosión de un acorazado.

la bruja

En una sesión de espiritismo, una médium llamada Helen Duncan, anuncia el hundimiento del barco. “Ante la pregunta de una madre desesperada de un marino miembro de la tripulación del barco, la médium responde que su hijo está muerto y que está en el barco hundido”.

Helen Duncan venía de unos orígenes humildes en la industrial Escocia de finales del siglo XIX. Nacida en 1897 en Callander, al norte, a edad muy temprana empezó a trabajar en Dundee, en una fábrica de productos de limpieza. Se casó también joven, y el matrimonio tuvo seis hijos. Eran demasiadas bocas que alimentar, y los sueldos de la pareja no alcanzaban, de manera que ella decidió buscarse un segundo trabajo más fructífero y más acorde con su principal vocación.

Duncan siempre tuvo interés por lo paranormal. Al parecer, ya de niña había demostrado tener dotes adivinatorias, así que se puso manos a la obra y, apoyada por su marido, que también se interesó en estas prácticas, decidió ejercer como médium a tiempo parcial. Lo que inicialmente fue un simple pasatiempo, en pocos años se convirtió en el auténtico modo de vida de la familia. De hecho, no es exagerado decir que Helen Duncan lograría en la década de los años 30 consolidarse como una de las médiums más populares de todo el Reino Unido.

espía alemana

Duncan era con seguridad una estafadora, como muchas otras, que se valen de trucos y pudo ser que llegara la información a través de algún militar que se fue de la lengua. “La otra tesis es que fuera una espía alemana o que, de verdad, Duncan tuviera poderes paranormales”.

La Marina Británica emprende acciones contra ella para acallar el asunto, después de que tuviera que admitir lo ocurrido ante la publicidad que se le había dado al tema, sobre todo porque se estaba preparando el desembarco de Normandía. Inician un proceso contra ella aplicando una ley de brujería en vigor que databa de 1735 y la encarcelan durante 9 meses, lo suficiente para que se produzca el desembarco sin que nadie se vaya de la lengua.

el juicio

Fue un proceso al espiritismo, se le persiguió durante mucho tiempo, pero ya por estafa. Su nieta quiso reparar su memoria.

Churchill se molestó con este tema y tras el veredicto, se dirigió por carta al ministro del Interior, Herbert Morrison, manifestando su indignación y solicitando un informe sobre las razones por las que la ley de Brujería de 1735 había sido utilizada en un tribunal de justicia moderno. Él mismo terminó por derogar esta ley.

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