Especial Beatos: El milagro de vivir para los demás

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Especial Beatos: El milagro de vivir para los demás

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

El término beato, que procede del latín ‘beatus’, significa feliz o bienaventurado. Ostentan un cargo tan distinguido aquellas personas que, tras un estudio profundo por parte de la Iglesia Católica, se demuestra que han sido intermediarios en algún milagro sin explicación científico. En su mayor parte relacionados con la medicina, pero el beato no sólo es aquel que ha obrado un milagro, sino aquel que ha dedicado toda una vida a la entrega a los demás.

PADRE TIBURCIO ARNÁIZ

El último en ser beatificado ha sido el padre Tiburcio Arnáiz, proclamado hace apenas una semana.

El 25 de abril del año 1922 en la Iglesia parroquial de Guaro, en Málaga, el padre Tiburcio Arnaiz predicaba el acto de la noche de la Misión ante unos feligreses que llenaban por completo el templo. De pronto, su rostro quedó pálido, transfigurado, y se dirigió al público con unas extrañas palabras: “Vamos a guardar un minuto de silencio por las víctimas del incendio de la Aduana”. Ninguno de los presentes recordaba que el Palacio de la Aduana, en pleno centro histórico, se hubiera incendiado en días anteriores, por lo que entendieron que se trataba de un error del sacerdote… probablemente por el cansancio.

Lo que nadie sabía es que, en el mismo momento en el que Tiburcio Arnaiz estaba realizando aquel misterioso comentario, se estaba produciendo un incendio en la Aduana de Málaga que se llevó por delante la vida de 28 personas. A decenas de kilómetros de distancia.

“En aquellos tiempos era imposible que el padre Arnáiz pudiera haberse enterado de aquel incendio. Era realmente imposible. Incluso el alcalde salió a la calle para saber si había venido alguien de Málaga, y esa persona no existía”, explicaba Leticia Montero, directora general de la Asociación de Misioneras de las Doctrinas Rurales.

Después de esto, se extendió la idea de que el padre Arnáiz había desarrollado el don de la bilocación; estar en dos lugares a la vez. Esto se debe a los distintos milagros que obró, como contaba en La Noche de COPE, con Adolfo Arjona, Leticia Montero, quien afirmaba que “su fama de Santidad era tan grande, que la gente se agolpaba, y en sus misas no se cabía. Tenía que dar misa en lugares abiertos”.

FRAY LEOPOLDO DE ALPANDEIRE

Otro religioso que merece la pena recordar es Fray Leopoldo de Alpandeire, que, entre otras, atesora historias como la de una mujer desesperada porque su hija de 9 años no hablaba. Los médicos le habían diagnosticado una enfermedad crónica en la garganta que le impediría, de por vida, pronunciar palabra.

Sabiendo de la fama de santidad de un viejo fraile del convento de los capuchinos de Granada, decidió visitarlo para pedirle ayuda.

Teniendo delante a aquel anciano de rostro venerable, le contó su historia, pero la respuesta del fraile la dejó confundida: “la niña hablará cuando yo calle”. La señora marchó cabizbaja a su casa.

Pasaron varios años y una mañana, la niña se despertó hablando. Los médicos no podían creer lo que estaban viendo.

La madre, aunque habían transcurrido tres años, se acordó del viejo fraile y decidió visitarlo para darle las gracias por su intermediación. Acudió al convento y preguntó por él. La respuesta la dejó sorprendida: el fraile no podía atenderla porque acababa de fallecer esa misma madrugada. Ahora entendió la frase: “la niña hablará cuando yo calle”.

Sobre esta figura hablaba el padre Alfonso Ramírez, vicepostulador de la Causa de Fray Leopoldo de Alpandeire: “Siempre fue muy amigo de los niños, incluso le pedían suerte para los exámenes, y los profesores decían que a los niños se les notaba cuando habían rezado el Padre Nuestro con Fray Leopoldo”.

Además, sobre los milagros de Fray Leopoldo, Alfonso Ramírez explicaba que “era capaz de curar de manera extraordinaria, en algunos casos, a enfermos incluso de lupus”. Algunos de estos enfermos llegaron a ir a Estados Unidos, y quedaron perplejos de cómo se había curado.

Madre Carmen de Antequera

En abril del año 1991, la religiosa y profesora antequerana Sor María José Rodríguez, comenzó a sentirse mal. Acudió al hospital, recibiendo una mala noticia: tenía un tumor de 15 centímetros en el hígado. Cuando los cirujanos abrieron, no se atrevieron a tocar nada.

La gravedad del asunto podría provocar que la paciente falleciera en la misma sala de operaciones. Desahuciada por la medicina, Sor María José fue enviada a su casa a esperar la muerte. Tanto la propia enferma como sus familiares, se encomendaron a la figura de la madre Carmen de Antequera, pidiéndole una ayuda en aquellos momentos de desdicha.

Tres meses después, en julio, los doctores realizaron un nuevo estudio del tumor. Buscaban saber cuánto había crecido, pero la sorpresa fue mayúscula: aquellos 15 centímetros habían desaparecido.

Ya no había rastro de cáncer en el cuerpo de Sor María José, algo inexplicable científicamente. Aquello empujó a la Iglesia Católica a investigar y declarar oficial aquel milagro, llevándose a cabo la beatificación de la madre Carmen de Antequera en mayo del año 2007.

“El tumor desapareció dejando la huella donde había estado. Su tratamiento fue tan sólo oraciones. Habíamos sido muchas las personas que le habíamos pedido el milagro a la madre Carmen”, explicaba Inmaculada Ríos, la madre general de las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones de Antequera.

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