Fernando de Haro: "Están utilizando un falso argumento que confunde y que mete presión a los magistrados"

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Messi, al coronar a la selección Argentina, como capitana del mundo habló de un regalo de Dios. Los más forofos dicen que el futbol es el reflejo de la condición humana. Sobre el césped están el amor, el orgullo, la redención, la fortuna... Los más forofos dicen que, por eso, el fútbol es la gran conversación del mundo. La conversación en la que más seres humanos participan. Es una conversación en la que utiliza mucho el lenguaje religioso: hay vida más allá de la muerte, Messi es mi religión, no hay gloria sin sufrimiento, Messi subió a los cielos... Muchos jugadores al saltar al campo se santiguan, como en la época de los griegos o de los romanos, el héroe de los goles pronto se transforma en el divino Messi o directamente en un dios. Un campo de fútbol es uno de los espacios del mundo menos secularizados. El origen de todas las religiones, también de esta, es el intento de comprender la maravilla del mundo. También de esta. Hoy, hasta los franceses, lo reconocen, aunque con alguna dificultad

El edificio es redondo, parece una colmena con más de 300 teclas, ventanas, acristaladas y doradas. Está cerca de la Universidad Complutense de Madrid. Y en ese edificio es en el que, a las 10 de la mañana, 11 magistrados se han reunido para decidir si paran la tramitación de la ley que reforma el propio Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial. Hasta las cinco tienen un receso para comer. Seis de los once magistrados son conservadores, más cercanos al PP, 5 progresistas más cercanos al PSOE. Los progresistas quieren que se estudien primero las recusaciones, la petición de que dos jueces no puedan decidir. De ese modo se ganaría tiempo. Los magistrados conservadores son partidarios de suspender la tramitación de la ley.

Desde que conocimos el recurso de amparo, el Gobierno y los socios parlamentarios del Gobierno, están utilizando un falso argumento que confunde y que mete presión a los magistrados. El argumento, por llamarlo de algún modo, es que los magistrados del TC no pueden detener la tramitación de la ley porque eso supondría ir contra la soberanía popular que reside en el Parlamento.

¿Manda el pueblo o unos jueces fachas? Sea cual sea la decisión del Constitucional, estos argumentos dinamitan los fundamentos de la democracia.

El Tribunal Constitucional tiene entre sus misiones asegurar y mantener el equilibrio de los poderes del Estado. No hay nada, pues, de extraño en el que el Tribunal de Garantías limite la actividad del Congreso y del Senado. De hecho, atribuir a las cámaras legislativas la última competencia en materia de legislación supone ir contra uno de los fundamentos de nuestra democracia. En circunstancias normales, la constitucionalidad de una ley y del contenido de una ley, este es el caso, se establece una vez que la ley fuera definitivamente aprobada. El PP ha querido detener esa tramitación utilizando una formula inédita: denunciando el procedimiento mediante un recurso de amparo. El Tribunal Constitucional debe decidir si el recurso es pertinente. Tiene competencia para ello. Pero el Gobierno se empeña en no dejarlo trabajar.

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