En 'La Tarde'

Andrés Díaz de Rábago, el misionero español de cien años que lleva 70 en Asia

Es jesuita y llegó a Pekín en 1947, en cinco días regresa a Taiwan después de un descanso en su Galicia natal. Sus cien años no son un impedimento para seguir con la misión

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Andrés Díaz de Rábago, el misionero español de cien años que lleva 70 en Asia

Raquel Pérez Polo

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Beijing, Pekín no hace tantos años o Pei-ching como era conocida cuando el padre Andrés llegó a China. En 1952  es ordenado sacerdote en la Shangai comunista por el obispo Ignatius Kunh ( el primer obispo nativo de Shangai, que pasaría 30 años encarcelado). El padre Andrés es el último sacerdote extranjero ordenado en China que queda vivo. Ese año el gobierno comunista de Mao Tze-Tung obligó a los misioneros extranjeros a a bandonar China, su expulsión le llevó a Filipinas, donde estuvo hasta 1961. De allí a Timor. En 1969 desembarca en Taiwán. 

Y año a año, y superados los 100, "en China tengo 101 porque se cuenta el tiempo del embarazo", señala el padre Andrés Díaz de Rábago, lleva ya 70 años en Asia y los que le quedan porque "el día 15 salgo de nuevo para Taiwan. Voy a hacer lo que hacen los misioneros, cuido de enfermos en los hospitales, no como médico, sino como sacerdote. Es la manera que tengo de trabajar por Jesucristo sin imponer mis ideas, pero entendiendoles a todos y como les puedo ayudar en la enfermedad".

¿Por qué se fue a China? "Porque comencé a escuchar a hablar de China en el colegio de los jesuítas de Vigo y que hacía falta que los misioneros llevaran a China a Jesucristo, nuestro Señor, para que lo conociesen y lo oía desde pequeñito por eso insisto en que se hable a los niños de las misiones desde pequeñitos" hace memoria el padre Andrés que recuerda como se entendía cuando llegó tanto con otros misioneros como con el resto de personas, "empecé a estudiar chino en 1947 en Pekín; soy de los últimos misioneros que han estado en Pei-ching, no era Pekín, pero vino Mao y volvió a ponerle Beijing el mismo nombre que le habían dado los emperadores en una gran contradicción y como no sabía hablar inglés hablaba con los misioneros americanos en latín".

¿Cómo son los chinos, los asiáticos? "Iguales que nosotros, fundamentalmente" dice el misionero que recuerda aquella primera procesión que vivió en China el día de Cristo Rey, "me vino a la mente Manolete, el torero. Iba yo en octubre de 1948 en Pekín en la procesión del Cristo Rey, y se me ocurre pensar en Manolete porque recuerdo un año antes en Santander cuando llega la llega la noticia de la muerte de Manolete, la gente iba por la calle callados, sin hablar y ahora en Pekín en la procesión de Cristo Rey siento lo mismo porque había llegado la noticia de que habían roto el frente del norte e iban a llegar a Pekín".

Oír a este hombre centenario con tanta claridad de mente da mucha envidia (de la sana) y  el deseo de llegar a su edad con su misma salud, "me encuentro perfectamente y estoy bien de la cabeza porque la vida misionera me ha obligado a hablar una media de cuatro lenguas diarias y porque he tomado muy pocas medicinas en mi vida porque no las necesitaba y eso también me ha ayudado" admite el padre Andrés que quiere lanzar a los jóvenes un mensaje de cara al Día del  Domund, "hay que decir a los jóvenes que en el mundo somos todos hermanos, ante una catástrofe reaccionamos igual, somos más hermanos de lo que creemos. En muchos sitios es imposible que puedan bastarse por ellos mismos. En China hay una minoria cristiana y si no hay ayuda de fuera sería dificilísimo que el mensaje de Cristo llegara. Que los jóvenes vean que hay que ser valientes, que Cristo murió por mucha gente que aún no le conocen. La pregunta es ¿qué quiere hoy Jesucristo de mí?"

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