¿Cómo es la ruta de uno de los pocos afiladores que queda en Madrid? 'La Tarde' acompaña al último que queda
En España aún no se ha extinguido la figura del afilador, y en 'La Tarde' te contamos cómo trabaja uno de los pocos afiladores que quedan en Madrid
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Con el paso del tiempo son muchas las profesiones que se van perdiendo, como la de las telefonistas o los lecheros. Pero hay una en concreto que sigue resistiendo y sobreviviendo porque la gente sigue necesitando de sus labores profesionales.
Esta no es otra que la profesión del afilador. Un oficio muy antiguo y de los conocidos como ambulantes, ya que la persona se dedica a ofrecer sus servicios de afilar cuchillos u otros objetos cortantes o punzantes, por la calle. Y es que la melodía que suena para dar el aviso de que pasa por la calle es muy reconocida por todo el mundo, pero ¿cuándo fue la última vez que sonó por la calle?
Este martes, en 'La Tarde', la codirectora del programa, Pilar Cisneros, se ha subido a la furgoneta de Jesús Galache, uno de los pocos afiladores ambulantes que quedan por la capital, para averiguar cómo es su oficio hoy en día.
Cuanto menos corta un cuchillo, más probabilidades hay de cortarse
A Jesús su profesión le viene de familia, ya que por parte de padre hay varios afiladores que le enseñaron el oficio. “Al principio me costó, porque no es un trabajo que se haga en un año ni en dos, tampoco te pueden enseñar cómo se hacen muchas cosas porque eso lo tienes que ir aprendiendo tú sobre la marcha”.
Lo más importante para afilar es controlar “el calor y el sonido del acero”. Algo que, según Jesús, “poco a poco lo vas adquiriendo” aunque no todo el mundo puede llegar a conseguirlo. Para llegar a la perfección, conforme explica este afilador, hay que pensar que “cuanto más te arriesgues, mejor te queda”. No obstante, aclara que si te pasas no puedes volver atrás.
Asimismo, Jesús señala que “un cuchillo que no corte para el trabajo es nefasto. Entonces, en casa, lo mismo”. Además, advierte que cuanto menos corta un cuchillo, más probabilidades hay de cortarse. “Para que tengas seguridad, tienen que estar los cuchillos bien”.
Dependiendo del producto que se va a cortar, se afila de una manera o de otra diferente. “Un cuchillo de un pollero, nada tiene que ver con el de un carnicero, ni con el de un pescadero, son diferentes”.
La jornada de trabajo de Jesús comienza recogiendo los cuchillos de un restaurante en Alcorcón. Normalmente, suele recoger unos 15 o 20 cuchillos en cada local. El afilador cuenta que siempre es mejor ir cuando no están dando servicio, “suele ser una hora buena, de doce a una, en los restaurantes, y luego a partir de las cuatro”. No obstante, si va a un mercado hay otro horario diferente, “de nueve a dos y luego de cinco a ocho”.
El taller de Jesús es su furgoneta, allí trabaja con los cuchillos. Tiene una piedra con la que afila los cuchillos, después pasa el pulidor y por último cuenta con una “piedra final” que es con la que se asientan los cuchillos. También tiene agua “porque hay que mojarlos de vez en cuando por el calor para que no se pase”. Además, dispone de un generador en su vehículo y trabaja con mascarilla porque durante su trabajo se “suelta mucha viruta”.