La foto de Fernando de Haro: "Desde el primer día lo que era deseable se transformó en posible..."

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La foto de Fernando de Haro: "Desde el primer día lo que era deseable se transformó en posible..."

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Foto de un reencuentro. Tres mujeres se abrazan y forma un ovillo de alegría, de contento. No se les ve la cara a ninguna de las tres. Están sentadas en una cama de hospital, en un cama con las sábanas blancas sin utilizar. En el centro, la madre con una sudadera azul que no deba ser suya porque le está grande. La madre agacha la cabeza y el pelo castaño, recio y ondulado, le cae hacia los hombros como un manantial que naciese revoltoso. Con los brazos rodea el cuello de una hija y la pierna de la otra. Las dos se aprietan contra ella, quieren estar tan cerca, tan dentro, que nada las pueda volver a separar. Una de las chicas lleva el pelo suelto, también castaño pero liso se derrama por la espalda manso, como una cortina de agradecimiento. La otra lleva el pelo recogido con un moño alto para no distraerse, para no tener otra cosa que hacer que disfrutar del reencuentro. La madre se hizo un firme propósito cuando la llevaron presa: no esperar nada, no desear nada, no pensar en la liberación, no imaginar el momento en el que sus hijas volvieran a estar cerca, entre sus brazos. Para no sufrir tanto, para liberarse de la inquietud, para no estar pendiente del mínimo gesto de sus captores no quería esperar nada. Pero desde el primer minuto del primer día de su secuestro incumplió su propósito. Desde el primer día lo que era deseable se transformó en posible, lo posible en probable y lo probable en cierto. Y era dulce no resistirse, no oponerse a la espera que le asomaba en cada gesto.

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