Foto de Fernando de Haro: "Los imperios traen y llevan a sus ejércitos creyendo que son los dueños"

Foto de un cielo nublado, de un cielo nublado que ni es de lluvia ni de frío, solo un cielo nublado con jirones de ceniza y debajo una colina muy verde y más cerca una charca con árboles, árboles altos y delgados que parecen plumeros porque solo tienen una copa breve al final del tronco.

El agua estancada, del color de las botellas, con enúfares que se parecen a las plantas de plástico que decoran los restaurantes chinos. Todo el borde de la charca está circundado por una pasarela de madera, se puede pasear al borde del agua que nunca será un espejo.

Un niño de 6 o 7 años con un gorrito color carmesí pesca en la charca con una caña sin carrete.

Se vuelve el niño porque pasan junto a su lado dos chicharros.

Chavales uniformados con ropa de camuflaje, manchas blancas sobre fondo negro.

Chavales uniformados con grandes bolsas y mochilas en las que guardan las provisiones, las mantas, el equipo para una campaña militar dura en la que hará frío y calor y en la que los amaneceres con su color de marfil viejo traerán una esperanza sin alegría, una esperanza impotente.

Los soldados marchan al frente.

Los imperios traen y llevan a sus ejércitos creyendo que son los dueños.

Los dueños y señores de los canales de la historia.

Y los niños, los niños como el de la foto al borde de las charcas donde nada parece moverse, tocan con cañas de bambú la única corriente que en silencio todo lo arrastra.