La foto: "Una alfombra púrpura que viene de lejos, una alfombra tupida, parece una plantación de terciopelo"

La foto de hoy tiene que ver con esta época del año, con el final de abril, con flores que salpican una tierra que parecía muerta, con esas raíces y semillas que despiertan incluso en una primavera seca como esta. De fondo un bosque, podría ser un pinar pero los troncos de los árboles son demasiado altos, demasiado rectos. De fondo los árboles, desenfocados. Y luego una alfombra púrpura que viene de lejos, una alfombra tupida, parece una plantación de terciopelo. El tapiz lo pintan cientos, miles de campañillas, de campanulas, con hojas sin soporte, con sus racimos de flores de color púrpura. El paño delicado parece teñido con un universo de caracoles, parece el manto de un emperador, la capa de un paleólogo de Constantinopla, el traje de una princesa normanda. Paño, manto, capa y traje que hubieran sido tejidos e hilados por manos perfumadas y pulidas a la luz de una luna llena. Esta alfombra de campañillas, sin embargo, ha brotado sola al borde de un pinar. No ha gente principal ni reyes mejor vestidos, mejor engalanados, mejor adornados que el campo de la foto con su cosecha violeta. Aunque el invierno ha sido seco, aunque la primavera está perezosa con el agua, aunque a veces parece que en el mundo todas las colinas se han hundido ahí están imprevistas las campanillas. Duelen en los ojos las flores porque no hay en ellas ni esfuerzo ni desvelo, ni cuidado. Tienen la gallardía regalada. Duelen las flores en los ojos porque despiertan, mueven y remueven una nostalgia difunta que estaba enterrada.