Las conversaciones de Pablo Ibar con su padre dentro del corredor de la muerte: "Iba todas las semanas"

Cándido Ibar, padre del preso español condenado en EEUU, explica en La Tarde las expectativas de cara a la revisión del día 28 de febrero

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Las conversaciones de Pablo Ibar con su padre dentro del corredor de la muerte: "Iba todas las semanas"

Paco DelgadoRedacción La Tarde

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

En unos días, concretamente el 28 de febrero, un tribunal de Estados Unidos va a volver a revisar el caso de Pablo Ibar, que ha estado en el corredor de la muerte 16 años y ahora está condenado a cadena perpetua. Fue acusado de un triple asesinato, detenido en 1994, en el corredor de la muerte desde el 2000 hasta 2016, cuando el Tribunal Supremo de Florida ordenó repetir el juicio por considerar que las pruebas de ADN y el vídeo eran poco fiables y débiles.

El padre del preso español, Cándido Ibar, ha pasado por los micrófonos de La Tarde para explicar cuáles son las expectativas de cara a la vista del 28, así como relatar las conversaciones con su hijo dentro del corredor de la muerte.

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Las conversaciones de Pablo Ibar con su padre

“Estamos esperando al día 28, no es la revisión que me hubiese gustado, pero las cosas no son como uno quiere”, explica a Fernando De Haro el padre del condenado. Y es que, asegura, va a a ser por videoconferencia lo que para la defensa es menos fuerte, frente a frente los argumentos se fortalecen. “Esta vez la revisión va contra el juez también, por las cosas que no nos permitió a nosotros y sí permitió a la acusación. Pablo está bastante contento con lo que ha escrito nuestro abogado, y a ver qué pasa”, comenta.

Pero, ¿cómo fueron los encuentros entre ambos en el corredor de la muerte? “No es nada agradable ni fácil, sobre todo con una distancia tan larga. El corredor de la muerte es una presión, más para alguien que no sabe sobre leyes como yo, todo era un caos”, explica.

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Y es que eran 7 horas de viaje desde Georgia, un día a la semana. “Nos daban una esquina en una mesa, eran conversaciones que me ayudaban, yo iba asustado y me contaba cosas de “su vecino”, hablábamos de todo, de deporte, de todo un poco”, reconoce en COPE Cándido. Pero asegura que Pablo estaba muy fuerte: “Era una cárcel enorme, y yo no sé cómo la gente pasaban cosas, yo no podía pasar nada, me miraban de arriba abajo”.

La dura historia de Mario Flores

Igual que Pablo, en La Tarde hemos escuchado este miércoles también el relato de Mario, un mexicano que estuvo 20 años en el corredor de la muerte: “De joven anduve con unos amigos que eran los hermanos menores de los fundadores de los Latin Kings en Chicago, y conviví con ellos desde los 10 años (llegué desde México a los 7). Mis padres, intentando distanciarme de ellos, me apuntaron a un equipo de fútbol, pero los fines de semana seguíamos teniendo contacto”, confiesa a Fernando.

Pero en julio de 1984 la ciudad se convirtió en la más violenta y la policía empieza a detectar que había una guerra por las plazas, y el barrio de Mario tenía el ratio más alto de homicidios. “A mí me gustaba ir a la discoteca y, en la investigación sobre los líderes de la banda, yo salía en las fotos. Investigándome descubrieron que iba a uno de los colegios más prestigiosos de bachillerato y el detective supuso que yo era el líder intelectual de la banda y me acusaron del primer homicidio de 1984 que fue el que desencadenó la guerra”, lamenta. Además, recuerda que su abogado era un recién licenciado en derecho, sin experiencia. “Estuve 20 años en el corredor de la muerte, es la prisión de máxima seguridad de Estados Unidos, completamente aislado 23 horas al día, solo te dejan salir una hora al patio para tomar algo de sol, está diseñada para el peor tipo de preso y el más peligroso. Desayuno, merienda y cena en la celda, incluso el baño está dentro”.

Pero Mario se asombra con que en los 20 años que llevo en libertad no ha podido “sacarle tanto jugo a la vida como en aquella celda, 23 horas en las que, a través de la lectura, estudié Derecho, Filosofía, Historia...” Todo ello en los primeros 10 de los 20 años. “Los propios condenados a muerte me pedían que revisara sus expedientes porque no tenían recursos para contratar abogados”.

“Tú ahí dentro ya tienes una fecha para la ejecución, de hecho yo tuve tres que se suspendieron, la última en 1999. Ayudé a 13 de mis compañeros a salir de la cárcel, incluso a ser indemnizados, y fueron ellos mismos los que organizaron charlas para sacarme a mí”, confiesa.

El alcaide le prohibió entonces trabajar como abogado para los otros presos, por lo que se puso a pintar óleos. “Quien me salvó fue Rolando, uno de los presos que ayudé a liberar, que voló a México a demandar al gobierno mi libertad, tras lo que alguien comparte la historia con Francisco de Paula, que vive en Málaga, que consigue conmover al Ayuntamiento y a la Diputación”, concluye.

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